La fuerza interna del cosmos en una pluma

La fuerza interna del cosmos en una pluma
Como la naturaleza, el alma bacilante...

martes, 28 de junio de 2011

Apología de la depresión



Creo que nunca he sido más feliz que cuando he estado deprimido. Y no es masoquismo. Es simple sensibilidad. No es que disfrute ahogado en ese engrudo de lágrimas y mocos que se endurece en la almohada de los desesperados. Pero sí en el sosiego del resollar postrero. La inspiración fluye en cascada en la reflexión de la melancolía y la nostalgia. Los sentimientos galopan desbocados mientras la razón divaga en el diván de un psiquiatra desquiciado.

La depresión da la libertad del abandono. El espejo es indulgente. La locura encuentra sus formas más sublimes. Se puede llamar ansiedad o frenesí, letargo o parsimonia... siempre la depresión estará disfrazando nuestros verdaderos demonios de un sobrio luto y un toque de misterio.

Poco se puede perder ya en la tristeza. Hasta dormir es un logro. Y los sueños son hermosos porque superan de lejos la agonía de la realidad. Poco importa el aspecto, la barba de tres días, el cabello ensortijado, las ojeras profundas, la camisa mal abotonada... todo es tan armónico con el alma agobiada que no podría desentonar con el gris de la ciudad.

Las metas son chicas e imperceptibles y cualquier sonrisa es una apoteosis. Soportar el sol en los ojos ya es un signo de esperanza y siempre habrá una ostra atenta a cerrarse a nuestro paso para ser nuestro oscuro refugio. Los pensamientos logran desnudar lo más vulnerable de nuestra humanidad y nunca somos más conscientes sobre esta pírrica existencia.

El vino sabe mejor. Su aroma trae los buenos momentos de eso que ahora nos duele. Cada sorbo expía un dolor y da paso a otro que se debe calmar con un nuevo sorbo. El fuego es mágico. Nos podemos quedar siglos mirando el baile de las llamas y las formas que inventamos en recuerdos y añoranzas. La pluma escupe tinta sin miedo ni censura, en rima y en prosa, lírica o desastroza. No importa.

He sido feliz tendido en el pasto mirando las estrellas, entregándome a la gélida noche esperando que así se congele toda mi tristeza. Finalmente, derrotado, me he abrazado a una ruana mullida y he caminado a buscar el calor del techo para luchar contra el insomnio.

He sido infinitamente feliz cuando he estado infinitamente triste. He sentido el desafío de estar vivo, el reto diario por no dejarme vencer, ese encanto del olvido que no avisa cuando llega... todas las letras que le debo a esa eterna amiga llamada depresión... todo el vino que he brindado con fantasmas, todas las fotografías y cartas que al arder me han calentado...

La depresión es un colage de retazos de muerte para recordarnos que ahí está, al final del horizonte, tras un precipicio que no vemos.