La fuerza interna del cosmos en una pluma

La fuerza interna del cosmos en una pluma
Como la naturaleza, el alma bacilante...

jueves, 28 de junio de 2012

Discurso para Graduandos. Junio de 2012.



El Presidente de Uruguay, José Mujica, “Pepe”, como le gusta que le digan, es un hombre salido de la clase campesina de su país. Fue además un revolucionario cuando la revolución aún tenía ideología. Ahora tiene 77 años. Podríamos decir que ya es un anciano. Es político por convicción. No por conveniencia. Como Presidente anda en un modesto Corsa que él mismo maneja y el 90% de su sueldo lo destina para obras benéficas porque reconoce que con ese 10% que le queda, vive bien. Por eso creo que sus palabras tienen el respaldo de su ejemplo, el único respaldo serio que puede tener alguien que quiere convencer a otro. Y por eso estoy convencido de que vale la pena citar sus palabras en este importante y emocionante evento. En la última cumbre de los pueblos Río+20, ante 139 Jefes de Estado y delegados de los gobiernos, llevada a cabo hace poco más de una semana, Pepe en su discurso se preguntaba lo siguiente sobre la pertinencia de aprobar los acuerdos logrados en dicha reunión: Vea acá el discurso completo de José "Pepe" Mujica.

"¿Qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para respirar? ¿Es posible hablar de solidaridad y que estamos todos juntos en una economía basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad? ¿Qué es lo que buscamos? ¿Estamos gobernando la globalización o dejamos que ella nos gobierne a nosotros? ¿Somos realmente felices?".

Pepe se respondió a sí mismo con su hablar popular, casi coloquial, que desnuda con belleza su arraigo en las bases sociales: “La gran crisis no es ecológica, es política. El hombre no gobierna hoy las fuerzas que ha desatado. Sino que las fuerzas que ha desatado lo gobiernan al hombre.” Y para sustentar el evidente escozor que le genera esta dependencia del hombre por el desarrollo, profundizó en su autorespuesta: “Porque no venimos al planeta para desarrollarnos en términos generales. Venimos a la vida intentando ser felices. Porque la vida es corta y se nos va. Ningún bien vale como la vida y esto es elemental. Pero la vida se nos va a escapar trabajando y trabajando para conseguir un plus. No podemos continuar gobernados por el mercado, sino que tenemos que gobernar al mercado. Debemos cambiar nuestra cultura. El desarrollo no puede ser en contra de la felicidad. Tiene que ser a favor. El primer elemento del medio ambiente se llama: La felicidad humana.”

Aún retumban estas palabras en mi mente como un campanario anunciando misa. Yo no podría dejar pasar esta oportunidad de compartir mi inquietud sobre las palabras de Pepe con ustedes, nuevos y nuevas tecnólogas, nuevos y nuevas profesionales, nuevos y nuevas especialistas, nuevos y nuevas maestras. Y les comparto estas palabras porque en casi todos los discursos que he escuchado en estos escenarios de grado, se les invita con vehemencia a ser exitosos en la vida que les espera después de obtener su título. Pero no se les invita a ser felices. Parece como si la felicidad estuviera contenida implícitamente en el éxito. Al menos para mí, esto no es tan claro. No, si no tenemos bien definido qué entendemos por éxito.

En la percepción general, dentro de un mundo dominado por el consumismo, el éxito depende de la capacidad que tenemos para consumir. Entre más capacidad tenemos, más felices somos. Yo le creo a Pepe. Y no le creo al consumismo. El éxito real está en la felicidad y no en la capacidad de consumir. Ni siquiera la felicidad está en el desarrollo, si ese desarrollo nos destruye, nos secuestra, nos exprime. Si nos somete y nos hace infelices.

Ahora, a pesar de que no soy presidente ni quiero serlo, a pesar de que si donase el 90% de mi salario para obras benéficas, sería beneficiario de esas mismas obras, que no tengo ni siquiera carro para manejarlo modestamente, ni tengo el recorrido ni el prestigio de Pepe, yo formularé mis propias preguntas y mis propias respuestas para su reflexión, estimados graduandos: Ahora que tienen ese cartón que los acredita frente a los requisitos de la vida en un mundo capitalista ¿Qué quieren ser? ¿Exitosos o felices? ¿Podrán convertir su éxito en su felicidad? ¿Podrán convertir su felicidad en el bien común de su sociedad y así contribuir a la felicidad de otros? Las respuestas a estos interrogantes son los retos actuales.

El mercado les va a exigir que produzcan. Su alma les va a pedir que sean felices. La nevera les va a pedir comida. Su cuerpo también. Pero procuren no tener en la nevera más de lo que necesita su cuerpo y el de su familia. La nevera no come. Sólo enfría. La producción debe satisfacer sus intereses, no sus caprichos. La producción debe llevarlos a alcanzar sus metas, no sus ambiciones. La producción debe contentar a su espíritu, no a su bolsillo.

El humano austero es el nuevo humano que necesita el mundo. En el siglo XIX, los críticos del economista John Stuart Mill, acuñaron el término homus economicus para significar ese nuevo hombre ligado a la fortalecida y creciente economía de mercado. Yo, en mi tradicional irreverencia con los grandes prohombres del mundo, les voy a proponer en contraposición que contribuyan para que este mundo se llene en el siglo XXI de homus felicitas, es decir, de hombres y mujeres felices.

Pepe tiene razón. La vida se nos va (se nos extingue) produciendo. No siendo felices. La vida se nos va queriendo tener más y más. No queriendo ser mejores. Y al final, cuando seamos unos “viejos reumáticos”, como se define el mismo Pepe, nos vamos a dar cuenta con decepción de que es muy poco lo material que nos va a caber en el cajón.

Ahora, que han cumplido una de las metas importantes de la vida, cierren los ojos y piensen bien cuál es su próximo objetivo ¿Qué tienen en su mente? ¿Cosas? Está bien, no podemos ser tan espirituales. Estamos en Ibagué, no en el Tibet. Pero piensen que esas cosas deben contribuir a su felicidad. Que sólo podemos vivir en un solo tiempo y en un solo espacio a la vez. Que no importa que tengamos muchas casas si sólo podemos estar en una. Que no importa que tengamos muchos carros si sólo podemos mover uno a la vez y el resto quedarán guardados ocupando un garaje inerte. Que a pesar de que el mundo es grande y diverso, nuestro cuerpo no se puede multiplicar ni dividir para abarcarlo todo. Seamos conscientes de nuestras limitaciones para poder disfrutar al máximo nuestras posibilidades.

No los estoy invitando a la resignación y al conformismo. No los estoy induciendo a la pobreza franciscana. Les estoy sugiriendo que no endosen su felicidad a conceptos tan ambiguos como “progreso”, “desarrollo”, “superación” o “éxito”. Aprovechen las herramientas de su profesión para contribuir a la felicidad. Y no sólo a la de cada uno. Piensen también en la felicidad de su entorno. No es posible una felicidad completa si está rodeada de tristeza. La felicidad debe ser contagiosa, extensiva, irradiante.

Y esta felicidad extendida no es más que la conciencia social. La convicción clara de que no estamos solos en el mundo. De que además vivimos en un mundo complejo e injusto, inequitativo y desigual. Y que debemos mejorarlo. Así pues, la búsqueda de la felicidad social o el bien común, como lo sugiriera hace más de 25 siglos el estagirita Aristóteles, debe ser el fin último o telos de toda sociedad.

Señores, señoras, señoritas graduandos: Pepe Grillo era la conciencia de Pinocho. Un niño de madera que cada vez que mentía se le crecía la nariz. Pepe Mujica, sabio respetado como lo eran los ancianos de la Grecia antigua, está actuando oportunamente como la conciencia de la humanidad. Una niña de papel que se devalúa y se revalúa cada vez que el mercado miente.

Mi padre, que es mi faro luminoso en el mundo oscuro, me ha dicho lo siguiente: “El éxito implica adquirir muchas cosas que nos permiten vernos más que los demás, mientras que la felicidad es un estado íntimo de plenitud porque hemos logrado satisfacer nuestras necesidades vitales, sociales y existenciales, y podemos ayudar en ello a nuestros congéneres.” Así pues, escuchen a su propia conciencia y con base en ello tomen las mejores decisiones para ustedes. Pero así, como a los abogados acá presentes como profesionales se les pide que si deben escoger entre la Justicia y el Derecho, prefieran a la Justicia, yo les pido a todos y todas ustedes respetuosa, pero enfáticamente, que si deben escoger entre el éxito y la felicidad, prefieran a la felicidad. Porque un mundo exitoso quizás sea un mundo más competente. Pero un mundo feliz, será sin duda un mundo más armónico, solidario y fraterno. En conclusión, un mundo más humano en donde la competencia no será necesaria.


Muchas gracias.