La fuerza interna del cosmos en una pluma

La fuerza interna del cosmos en una pluma
Como la naturaleza, el alma bacilante...

martes, 20 de mayo de 2014

El Fantasma de Antanas.

(Fotografía tomada de Internet)

Hace cuatro años por esta época, mi esperanza por un país mejor estaba renovada. Aunque estaba lejos, en Buenos Aires - Argentina, logré ubicar por vía de redes sociales a más entusiasmados como yo para sentir eso que se llama Patria y vivirlo, como si uno le hubiese arrancado un pedazo de tierra a su país para llevárselo en la maleta. Compré mi camiseta de la Ola Verde, muy estrechita para los 95 Kilos que me empezaban a pesar, y fui a un par de reuniones para escuchar sobre planes y propuestas. Las reuniones me aburrieron pronto. La política tiene una particularidad entre los anónimos y es que súbitamente los convierte en líderes espontáneos. Solo hay que darle un megáfono a un idiota con un par de ideas para que esta mezcla de popularidad haga explosión en su cabecita y se vista de héroe. Pues bien, la Ola Verde no fue la excepción en Buenos Aires y preferí volver a la comodidad de mi casa y las redes sociales.

Poco antes de la consulta del Partido Verde escribí un texto que se llamó ¿Por qué votaría por Mockus? que sin preverlo tomó una fuerza que recorrió el mundo. Pronto me llegaron respuestas a favor y en contra desde Estados Unidos, Suiza, Japón, Alemania, Argentina, Ecuador y cuatro o cinco países más que no recuerdo y por supuesto, de Colombia. Me entusiasmé, milité desde la virtualidad gratis, diciendo para mis adentros "yo apoyo porque quiero, a mí no me pagaron" y sin descanso me ubiqué en la cresta de la Ola Verde en el lugar en dónde siempre estuvo: El mundo virtual. La realidad era otra y el 30 de mayo me daría cuenta.

Recuerdo esa noche otoñal del 30 de mayo de 2010 saliendo de un espectáculo maravilloso. Era Quidam, del Circo del Sol, algo que nunca había visto y dudo volver a ver. Magia pura de humanos sobrehumanos. Acucioso busqué una conexión a internet para que el júbilo del triunfo se apoderara de mí. Suponía, como indicaban las encuestas, las malditas e imprecisas encuestas, que Mockus estaría un poco arriba o un poco por debajo de Santos para dar el zarpazo del triunfo en la segunda vuelta. Pues no. La esperanza murió de un disparo en la cabeza. Los porcentajes inclinados claramente a favor de Santos solo eran el preludio de una debacle en segunda vuelta que solo fue de trámite. La puerca realidad de la política colombiana había barrido las ilusiones virtuales. Era obvio, no se pueden repartir tamales por internet y el pragmatismo una vez más derrotó al idealismo. Pero el sabor de la ilusión quedó ahí, y el símbolo también. Mockus perdió, pero su barba color ceniza sin bigote, su peinado de meme y sus gafas clásicas se convirtieron en el faro de la esperanza.

Pero los peros llegaron. El siguiente reto electoral para Antanas vendría en 2011, en las elecciones a la Alcaldía de Bogotá. Los movimientos de Mockus fueron observados con expectativa por los rezagos de una Ola Verde que paulatinamente se fue retirando al tedio de su rutina y al baúl de la resignación. Peñalosa hizo lo previsible. Se alió con Álvaro Uribe, la antítesis de los seguidores de Mockus y la representación viva de todo lo que no se debe hacer en política. Se rindió con toda pleitesía y sin ninguna vergüenza a los pies del patrón creyendo que con su apoyo sería invencible y que por fin, después de una seguidilla de derrotas, sería otra vez Alcalde de Bogotá. Mockus, traicionado y decepcionado, empezó a dar bandazos de un lado a otro. Y aún no se detiene. Renunció al Partido Verde. Hasta ahí respondía a la lógica de un hombre íntegro y coherente. Muchos tuvimos la ilusión de que él alzaría sus propias banderas vestidas de Visionarios o simplemente de Mockusianos para alcanzar la Alcaldía, pero su viraje fue imprevisible, triste, lastimero, incomprensible y políticamente suicida. 

Mockus decidió sumarse, como un gregario más, a la campaña de Gina Parody. Sí, Gina Parody, una yupi con aires de hipster que tuvo la genial idea de descubrir que el uribismo estaba podrido cuando ya hacía parte del Partido de la U, cuando esa U era de Uribe. Renunció al Senado para, propio de su esnobismo natural, ir a estudiar Bogotá a Boston. Sí, es extraño pero ella misma lo dijo: "Me fui a Boston para estudiar a Bogotá". ¿Cómo? ¿No era más fácil estudiar a Bogotá en Bogotá? No, para ella se conoce mejor Bogotá desde Boston. Mockus le apostó a esa campaña inerte y logró reducir los más de 3 millones de la Ola Verde a un simple charquito lleno de sapos de apenas poco más de 300 mil. 300 mil votos recaudados en "Il Pomerigio", el Parque de la 93 y la comunidad de diseñadores que tiene Gina para sus gafas. Y bueno, Peñalosa y Parody fueron derrotados por Petro. Pero esa es otra historia.

Desde ese momento Antanas Mockus es un fantasma. Aparece de vez en cuando a decir alguna incoherencia y se vuelve a ocultar en las ruinas de su imagen. Todo lo ve con una candidez mágica. Ve bondad hasta en Santos, a pesar de que no cumplió la mayoría de sus promesas de campaña, las que le dijo en la carota a Mockus, como que no subiría los impuestos y que lo escribiría en mármol.  

Sus declaraciones son ambiguas, débiles de argumentos, con un lenguaje que se asemeja más al de un gurú de autoayuda de la India que al de un político activo. Siempre había sido enredado y había que digerirlo para entenderlo. Pero ahora viste sus palabras de sofismas como "apoyo desde la radical independencia". Será desde la radical soledad. La soledad del poeta, el loco o el romántico. Dice que va a trabajar por la paz, pero no desde el Senado, pero no desde la política, pero no desde los partidos, pero no desde ninguna parte. Pero lo va a hacer. Cómo y cuándo, no sabemos, pero él dice que lo va a hacer. Dice que Santos lo hizo mejor de lo que él lo hubiera hecho. ¿Que qué? Uno solo se coge la cabeza y piensa: "¿Cómo es posible que Antanas diga estos disparates? ¿Qué es lo tan bueno que ha hecho Santos como para pensar que lo hubiera hecho mejor que él? ¿Iniciar un proceso débil con unos manipuladores y mentirosos que en cualquier momento lo dejan viendo un chispero como a Pastrana? ¿Arrasar el campo con TLC´s contra los que los campesinos colombianos no pueden competir y que los tiene protestando mientras la Fuerza Pública los levanta a bolillo? ¿Olvidar que es Presidente y trenzarse en una nueva campaña politiquera plagada de polarización y odio dando la talla de la suciedad de sus oponentes que antes eran sus mentores y aliados?". Esos aliados que derrotaron a Mockus. 

No está mal que Mockus sea un mal político. Finalmente su mayor mérito como político es ser un mal político. Los buenos políticos en Colombia tienen sumido al país en el caos institucional, la corrupción administrativa y la polarización violenta. Pero entonces le queda a uno la duda ¿Será que Antanas tiene razón? ¿Hubiéramos elegido un Gobierno peor que este con él? Y, tristemente, termina uno sintiendo un alivio siniestro.

Hace cuatro años Mockus era la esperanza. Sí, la esperanza hecha candidato. Por esta época la ilusión corría por las venas como un torrente de futuro. Hace cuatro años había por quién votar y uno creía que más allá de unas elecciones el liderazgo podría reconstruir una política más depurada, más incluyente, menos electorera y más ideológica. Pero Mockus se diluyó, como el espectro de un fantasma. Ahora no es más que la sombra larga del poema de José Asunción Silva. Mockus sigue siendo su esencia: Un tipo honesto, crédulo y bueno. Pero delira si cree que Santos ha sido un buen Presidente. Y deliramos todos sus seguidores si de verdad él iba a hacer un peor gobierno que el de Santos. Que poca fe se tenía Mockus. Parece que la política en Colombia aniquila hasta la fe en uno mismo. Y eso pasó con Mockus. Antanas ya no cree en Mockus. Balbucea detrás de bambalinas apoyos intrascendentes. Se esconde en escenarios vacuos y sin peso en donde sus palabras ya no son fuerza moldeadora. Quizás sirvan para manuales de conducta de monjes sin aspiraciones.

Hoy, cuando las elecciones se disputan en medio de lo más puerco de la política, en donde un Uribe desesperado fuerza a su marioneta hasta los límites de la ley para atacar con su tradicional estilo criminal y el Presidente-Candidato tiene a todo vapor a sus locomotoras clientelistas y burocráticas para aferrarse al poder, extraño al buen Antanas. Ese que ya no existe. Ese que pasó a un retiro activo que roza con lo patético. Hoy la "esperanza" se disfraza de una izquierda dividida hasta casi su extinción política y de un Peñalosa experto en derrotas que ha armado un equipo para sumar una derrota más, lejos de Uribe y lejos de Santos, porque ninguno de los dos lo quiere, porque ninguno de los dos lo necesita. No porque él no quisiera unírseles.

Hace cuatro años milité en la Ola Verde desde el exilio. Hoy milito en la absoluta desesperanza desde el exilio. Antes al sur, ahora al norte. Miro desde la distancia la realidad planeando mi nueva huida y marcando los días en el calendario que me devolverán a Colombia en poco tiempo. Para volver al mismo país iluso que se murió ese 30 de mayo de 2010 y que anheló seguir el sendero de un hombre bueno. Hoy ese hombre bueno es un fantasma en el exilio de su propia casa, de sus propios miedos, de su propia esperanza que ahora es delirio. Antanas Mockus hoy es un espectro que se diluye en el lodazal de la política colombiana. Antanas es el nuevo Gasparín, un fantasmita amistoso, inofensivo y tierno que vive en las ruinas de la democracia.