De a poco voy entrando en una logia secreta, tan secreta que ni ellos ni yo sabemos que existimos. No hay estatutos ni reglamentos. Mucho menos jerarquías. Una logia de anónimos intrascendentes, conscientes de su finitud, de su insignificancia, de su absoluta falta de poder en el Universo indescifrable y por lo tanto invencible. Me bautizo en mi ritual de iniciación de nada, de ninguno, de jamás. He decidido renunciar a la posteridad y a la memoria. He decidido no dejar huella, ni herida, ni rastro. He permitido sin resistencia que el tiempo me extinga como el pabilo encendido a la esperma. He elegido ser de la casta de los prescindibles, de los perecederos, de los que fueron sin ser.
Mi legado será el olvido y estas letras delirantes, un destello de sonrisa en algún recuerdo fugaz, una sombra doblando una esquina para perderse en la ciudad. He pasado algunos días repasando las figuras en las baldosas del piso y las vetas en las tablas en el techo. Depende de dónde tenga el desespero y de si la tristeza me bota boca arriba o boca abajo. Otros días me quedo pasmado contando las hojas de los árboles y cuando me entra un impulso de efusividad, respiro profundo y me miro en el espejo con miedo para ver el despunte tímido pero firme de las primeras canas en esta barba descuidada. Me pierdo en mis pupilas buscando una respuesta.
El inventario de mi vida se está quedando vacío. El pasado se humedece y el futuro no aparece. El presente son solo respiros y latidos. Me cuesta trabajo hilar estas palabras como si quisera ser cuerdo. Y no quiero. Me abrazo a la locura que es la única que entiende.
He decidido dejar de luchar y entregarme al viento, que haga conmigo lo que quiera sea brisa, torbellino o huracán. No quiero luchar. Me resisto a mí mismo y me entrego de nuevo a las largas noches de insomnio, a los profundos remordimientos por lo que hice mal, por lo que no hice, por lo que no haré. Me rindo ante esta carga de amargura que es mi alma acurrucada en una esquina.
El vino se está avinagrando en mi lengua y las palabras se hacen aserrín en los dedos mientras escribo. Mejor paro acá.
¿Cuánto tiempo puede durar un nudo apretado en la garganta y una lágrima resistiendo con todas sus fuerzas en la corniza del párpado para no morir en las mejillas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario