La fuerza interna del cosmos en una pluma

La fuerza interna del cosmos en una pluma
Como la naturaleza, el alma bacilante...

viernes, 23 de julio de 2010

Por qué desactivé mi cuenta de Facebook

Sonará baladí que explique por qué hice algo que parece tan simple. Pero no lo es tanto. Debo reconocer el mérito de una red social que logró que me reencontrara con amigos y amigas de antaño que me alegraron el alma, renovar contactos distantes, generar afecto por y para personas con las que había tenido una relación más bien fría.

Tengo mucho, pero mucho que agradecer a Facebook. Gracias a esta página social pude enterarme de la vida de personas por las que realmente siento cariño. Cumpleaños, viajes, nacimientos, matrimonios… muchas noticias gratas. Conocí también personas virtualmente con las que entablé una relación deliberante, constructiva, cuyas opiniones enriquecieron mi visión del mundo y hasta compartí una gesta política con la que muchos nos ilusionamos en el mundo virtual.

Es decir, el Facebook no tiene nada de malo por sí sólo. Es un lugar que nos permite reencontrarnos y trasmitir vivencias, pensamientos, sentimientos, imágenes en fotografía y vídeo. La gente que me conoce puede saber de mí. Además, uno se entera de la vida de la gente que ha conocido. Cuando uno menos espera, tiene cientos de amigos que antes si quiera recordaba que existían o que sencillamente ni existían en la vida. Y no es descuido, dejadez o ingratitud. Creo que en la vida también existe un ciclo normal de conocerse y distanciarse hasta que la memoria difícilmente recuerda. Y creo que eso es sano además. Nuestra vida tiene una tripulación y muchos pasajeros.

El problema realmente no es del Facebook. Es mío. Recuerdo que hace unos años era un antiredes sociales radical. Me parecía que exponer la vida de uno como una mercancía no era conveniente. Vi algo de Hi5 y me parecía una versión interactiva de todo lo juvenil que detesto: RBD, el Reggaeton, los pantalones de tiro largo y los bóxers al aire, los emos y una cantidad de modernidad apelmazada que me hace sentir orgullosamente veterano. Los amigos, los amigos de los amigos, fotos, comentarios y una cantidad de datos inocuos y muy fashion para mi gusto.

Me recomendaron el Facebook varias veces. Me negué a usarlo, hasta que un día por curiosidad abrí una insípida cuenta sin foto siquiera. Para no hacerme más extenso y más aburrido, al final tenía 600 “amigos” y renovaba mi estado cada vez que se me ocurría algo sonoro para escribir que no sobrepasara los 420 caracteres. Subía fotos, canciones, enlaces y mil cosas. En la distancia se convirtió en una línea de vida con todo el mundo que dejé en Colombia. Y sigo pensando que nada de eso es malo por sí mismo.

De un momento a otro, descubrí que prendía el computador con ansiedad para ver qué pasaba en el Facebook como si de ello dependiera mi tranquilidad. De un momento a otro, no tenía más ventanas al mundo que el Facebook. Mis relaciones interpersonales estaban inmersas en la reacción que yo generaba por escribir estados polémicos que pretendían ser profundos. Me importaba emparejar las noticias recientes con las últimas que había visto para no perderme nada, como si un descuido me dejara por fuera de las últimas novedades que deberían ser imperdibles para mí.

Me convertí de a poco en un homo-facebook. Cree una atmósfera alrededor mío que me hacía sentir en una tribuna imaginaria. Me fabriqué un estrellato falaz del que dependía mi ánimo en un porcentaje absurdo. Me volví dependiente de los comentarios que hicieran de mis comentarios, como si eso de alguna manera me hiciera popular y querido. Sé que suena ridículo y es verdad. Era ridículo. Me volví en gran medida un ser ridículo. No digo que hubiera hecho de mi Facebook un espacio de autoculto o de tonterías por minuto. Pero sí, súbitamente estaba dirigiendo un foro virtual que yo moderaba y algunas veces dejaba salir toda mi arrogancia porque mi Facebook era un espacio en el que yo hacía lo que se me daba la gana, sólo porque era mío.

Creo que empecé a generar una distancia peligrosa entre lo que realmente era y lo que pretendía ser. El Facebook me envió a plazas inexistentes a dar peleas irreales, a exponer mis sentimientos en cascada, a perpetuar mis momentos en las fotos que podía escoger para verme bien, envidiablemente bien. El Facebook dejó traslucir una imagen errada de lo que soy. Pero siempre hay quién le pone a uno los pies sobre el asfalto. Las personas que me conocen, las que realmente me conocen más allá de esa imagen maquillada del Facebook, se dieron cuenta de cómo había convertido un lugar de información y conexión en la vitrina de mi prepotencia y de alguna manera me lo hicieron saber.

Y no sólo eso, súbitamente me encontraba horas y horas repasando fotografías de momentos que nada tenían que ver conmigo, que no me importaban realmente, pero como si fuese un imán la pantalla para mis ojos, mi dedo se la pasaba clickeando millares de fotografías de personas que nunca en mi vida habían existido y que quizás no existirán, y que si apareciesen, no las reconocería por las fotografías.

Además, el morbo del dolor encontró herramientas para torturarme. Repasé un millón y algo de veces la foto del perfil de más de una exnovia, escudriñé en los amigos de los amigos de los amigos alguna foto etiquetada para hacerme un hara kiri absurdo. Me enteré cuán felices eran en sus nuevas relaciones y no sé por qué me sentía mal si soy un tipo que esencialmente vive en relaciones terminadas. Sólo que antes no me mortificaba por voluntad propia. Suponía, imaginaba, pensaba y me dolía un poquito, pero se me pasaba rápido porque bueno, no veía nada. Ahora tenía todo un menú para azotarme contra las paredes. Fotos en la playa, en la fiesta, tomados de la mano, dándose un beso... entre más doliera más vértigo sentía el dedito clickeador para escarbar más y más hasta que uno sentía que el corazón se iba desgarrando de a pedacitos ¿Para qué? Para nada. Nada de eso importaba ya. La “virtud” del masoquismo es que encuentra estrategias para perpetuar dolores pasajeros. Y el Facebook si que ayuda a los masoquistas compulsivos. Y descubrí que soy un masoquista, tonto además, porque veía, sufría, y ya, nada podía hacer y nada debía hacer. Qué tontería.

El Facebook me hizo tonto y yo proyectaba que era un man interesante y hasta inteligente. Y me creí el cuento. Salvar a la humanidad desde la placidez de mi cama o el escritorio y creer que de verdad lo estaba haciendo se volvió una costumbre para mí. Y me anquilosé en la comodidad que da una pantalla y múltiples reacciones para creer que este mundo es suficiente para creer que tenemos un mundo. Y me alejé de los libros de papel y carátulas gastadas. Y empecé a vestir un ropaje mentiroso y agrandado de cosas que no soy sólo por sentirme popular y querido.

El Facebook se volvió una adicción para mi ego. Y me volví ególatra, de esos ególatras que tanto critico. Y el Facebook empezó a alimentar mi ego de una manera absurda y además falsa. Yo leía lo que quería leer y veía lo que quería ver. Estaba de repente en una vitrina más, expuesto como una mercancía que yo mismo maquillaba. Reclamaba atención como si la mereciera por el sólo hecho de invertirle tres minutos a un comentario que me resultara interesante. Horas y horas construyendo un mundo virtual con las ventanas de verdad, las que dan aire y luz, cerradas, con las persianas abajo y negándome el paisaje, el roce de la brisa, el canto real de la ciudad ruidosa. La pantalla se convirtió en el magneto de una verdad prefabricada que me creía cada mañana y cada noche. Mi misión en la vida estaba cumplida en 420 caracteres.

El Facebook no es malo por sí sólo, pero como cualquier vicio, empieza a degenerar los comportamientos y a falsear las realidades que se acomodan a los caprichos del vicioso. Y mis caprichos son demasiados para darles rienda suelta en esta autopista virtual de poses postizas. El Facebook hacía más fácil mi pereza y más evidente esa inevitable tentación de sentir ese pequeño mundillo de fama así sea una ridiculez. Pero es evidente. Lo que sea que se parezca a la fama gusta perversamente. Había que ver en el mundial de Sudáfrica como la gente se hacía feliz con la cámara. La eliminación del equipo del alma no importaba si la cámara los enfocaba. Si salían en la cámara todo era felicidad, sonrisas y ridículas gesticulaciones para hacerse evidente en el mundo entero. Pues bien, el Facebook se me convirtió en esa camarita farandulera que me sacaba sonrisitas ridículas para que mis “amigos” supusieran que yo era un rebacán que en realidad no soy. Por lo menos no las 24 horas de los 7 días de la semana que yo pretendía trasmitir en esa camarita permanente.

Y como cualquier vicio, lo único que debo hacer para volver, es querer hacerlo. Con que entre a mi cuenta como lo hacía todos los días, todo estará como si nada. Como si el mundo del Facebook me hubiera perdonado mi grave error de abandonarlos. Allí estarán mis estados, mis fotos y todo tal cuál lo había dejado. Como la casa a la que no le mueven una silla para que uno no extrañe nada cuando regresa. Ahí está. Y yo estoy creyendo que me espera. Y que me espera toda esa parafernalia que me hace sentir tan popular y querido. Y que no tiene nada de malo porque en el fondo es sólo algo virtual que no puede afectar mi mundo real. Pero cuando uno empieza a destinar más de 6 horas al día a ese mundo, la realidad va desapareciendo detrás de la pantalla y el mundo se va condensando todo ahí.

Sé que quizás esto no llegue a mis más de 600 amigos que tenía en el Facebook porque allí anunciaba con redoblantes lo que subía a mis blogs. Pero no importa. En estos días que llevo sin Facebook he notado que quién ha querido encontrarme ha encontrado el camino y he encontrado a quién he querido encontrar. Es increíble como la tecnología logra que cosas antes inexistentes con el tiempo se vuelvan imprescindibles.

Y quiero mantenerme en mi decisión de dejar el Facebook para retomar las luchas reales y auténticas. Gran lección tuvo el Partido Verde y yo mismo cuando creímos que por Facebook se elegía un Presidente. La realidad mostró otra cosa. Aún es mucha la gente que no anda con un portátil debajo del sobaco. Aún es mucha la gente que vive el mundo real, que los atropellan los carros, los cagan las palomas y los compran con un tamal que no es virtual. Aún es mucha la gente que vive de verdad. Y uno cree que metido en las fotos de los amigos de los amigos de los amigos está viviendo algo.

Le agradezco al Facebook todos los contactos que me renovó, las amistades que aceitó, los vínculos que creo. Le debo mucha gratitud pero yo soy un vicioso. Y los viciosos debemos ser conscientes del vicio para darle la vuelta y si es necesario abstenerse de consumir. Y yo ya no consumo más Facebook. Los y las que me quieran encontrar sabrán que tengo otros espacios virtuales y otros más reales de encuentro. A los y a las que quiera encontrar deberé esforzarme para encontrarlos porque la amistad bien merece los esfuerzos. Ofrezco disculpas porque el Facebook ya no me soplará los cumpleaños y muchos no los recordaré. Pero nada tiene de malo volver a lo romántico y lo clásico y anunciar las cosas buenas que nos pasan no en una vitrina, sino en una relación genuina de buscarse por la voluntad entrañable de quererse encontrar.

Ahora le apuesto a la amistad de antaño. De preguntarle a fulanito por sutanito y lograr que sutanito sepa de uno con el cariño auténtico de la búsqueda con un poquito más de esfuerzo que teclear un nombre o un correo electrónico. Le apuesto al libro de papel y a que me moje la lluvia, me queme el sol y me cague la paloma. Le apuesto a venir acá a superar los 420 caracteres para dejar historias más elaboradas y que requieran un poco más de trabajo.

Gracias Facebook. No eres tú, soy yo… la más estúpida pero la mejor manera de decir adiós… o hasta luego, hasta que cambie de opinión o me gane de nuevo la curiosidad… como siempre.

Postcriptum.

Sólo pasó un mes manteniendo mi decisión. Sólo una semana entre esta entrada y mi regreso al facebook. No tengo razones de peso para haberlo hecho, pero sí disculpas... como me encantan las disculpas. Esto fue lo que escribí en el fb agradeciendo el apoyo que me brindaron por haber vuelto: "Gracias por ser tan indulgentes con mi debilidad evidente. Sigo pensando que todas las razones que dí para abandonar el fb son válidas. Pero soy un ser esencialmente vulnerable, curioso, masoquista, inquisidor y creo que todas esas cosas son geniales en el facebook. Entonces pues no hay nada qué hacer. Aceptar que quise ser racional por un momento pero me arrepentí por lo rico que es ser humano, así, normal, pasional y básico. Pueda que sea un golpe de opinión, pero no fue voluntario. Fué un autogolpe con el que debo reconocer que hay una gran brecha entre lo que soy y lo que quisiera ser... y me estoy resignando gratamente a ser lo que soy. Gracias a todos por los mensajes tan en buena onda, por los deditos arriba y por estar ahí, en este mundo que es un mundo. No todos los mundos, pero si uno quiere es un mundo chévere. Trataré de ajustarlo para que sea más útil y menos fútil. Abrazos."

15 comentarios:

  1. Enfrentarnos a nosotros mismos es un camino arduo y complejo, pero es un acto valeroso y de sabiduría...
    Buena reflexión, como siempre. Gracias por compartirlas

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  2. Sí Dunkhan, es la pelea más difícil. Cuando uno derrota ciertas cosas de uno, no se sabe si eso es bueno o es malo, porque uno ya no sabe sí es realmente uno y si lo malo era realmente malo. Un abrazo mi viejo y gracias por pasar por acá.

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  3. Leí tu entrada, y la verdad hace tiempo no leía algo tan acertado al menos para mi, hace escasos minutos desactive mi facebook, sin meditarlo demasiado sentí de golpe de que me estaba haciendo daño, esa corriente de información de personas que fueron importantes en mi vida me rompió el corazón, y me culpo de mi torpeza de haberlo permitido, no se si esta bien huir de ello, pero no se me ocurre una idea mejor, quiero impedirle a mi curiosidad que maltrate mi alma, es mejor no saber nada y aun mejor ni si quiera tener que aparentar algo que no puedo, me retiro porque necesito paz y con facebook no puedo encontrarla, gracias por tu escrito, me ha hecho confirmar que es correcto lo que hago, quiero vivir, pero vivir como corresponde y si he de sufrir que no sea por mi curiosidad suicida, espero tener la capacidad de mantener mi decisión y confiar en que la gente que es real y verdaderamente importante en mi vida encontrara el modo de estar a mi lado. Saludos

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  4. Estimado Gabriel, en primer lugar muchas gracias por leerme. Es para mí muy grato poder compartir estas cosas que parecen sencillas pero no lo son. Como puedes ver, mi impulso para abandonar el facebook fue efímero. Al final, cuando sentí que podía controlar el "mal" que me hacía, regresé a esta red. No por nada se llama red. Te atrapa. Sin embargo, si me escrito sirvió como un llamado de atención, como una invitación al respiro, eso me alegra. Porque más allá de los resultados, la reflexión siempre deja balances positivos. Espero que puedas mantener tu tranquilidad en la vida con o sin Facebook. Lo importante es que no se convierta en un motor de angustias. Un abrazo virtual y de nuevo muchas gracias por leerme.

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  5. Querido Andrés, tu escrito me dió las fuerzas para encarar mi momento real, y admitir que el desactivar mi facebook es una acción para conectarme con mi realidad humana y más básica, y alejarme temporalmente de lo que es la virtualidad que realmente desvirtua la realidad y la convierte en un chicle muy pegajoso. A meter las manos en agua caliente y de apoco sacar el chicle. Me gustó lo que expusiste, me quiero limpiar por dentro y conectarme con migo mismo,más que con facebook. GRacias por las palabras,son un aliento a mi perseverancia.

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    1. Estimado Gabriel, me alegra haberle dado ese impulso de serenidad para continuar ese encuentro con esa conexión interna y con el mundo. El FB realmente hace mucho ruido en ese camino. Como habrá notado en mi postcriptum, yo volví a las andanzas del FB y quizás sigo imbuído en su juego. Pero no por eso dejo de pensar que lo que escribí es sensato. Espero que logre sus objetivos con este distanciamiento y que si no considera necesario el aporte de el FB para su vida, lo omita. La vida real es mucho más bella que esta ficción de las redes. Un saludo y muchas gracias por leerme.

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  6. Hace escasos segundos acabo de desactivar mi cuenta de facebook, y creo que fue lo mejor que pude haber hecho. En estos últimos tiempos, creo que el uso de tal red me había abducido de tal manera que me había alejado de la vida real. Y eso no porque me conectara demasiado ni mucho menos, sino que porque el escaso tiempo que usaba el facebook, y los comentarios que se hicieran acerca de cada cosa que subía se me hacían una cuestión de primera importancía, restandome interes por las cuestiones verdaderamente importantes de mi vida. Saludos, y si queres seguime en mi blog: www.labandadeltiomarx.blogspot.com . Yo estara haciendo lo mismo con el tuyo.

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    1. Hola Gerardo: Es muy grato para mí encontrarme con estas decisiones que de alguna manera encuentran soporte en mi reflexión. Pero también me avergüenzo porque, a pesar de los argumentos, me puede la irracionalidad de seguir alimentando mi ego y mi estupidez en Facebook. Sigo inmerso en la vida falsa de egos que se fabrican en el ciberespacio. Y es difícil saber en dónde termina esa fantasía y en dónde comienza la realidad. Muchas gracias por comentarme y pasar por este lugarcito perdido en esta red de mentiras. Un saludo.

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  7. Yo. He leido esto por que me ha creado muchos problemas. Y el que le guste mi música que la busque. Me gustaria que mi matrimonio fuera diferente. Pero nos acostamos y el facebook está en nuestras vidas. Y eso me separa de ella. Adictos al móvil. Yo voy a cambiar...ella tendrá su libertad de opcion...pero yo voy a luchar por no utilizar movilby facebook. Por que no me importa los cotilleos de gente que ni siquiera conozco..
    ..

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    1. Manuel Jesús, es verdad. El que lo quiera encontrar a uno, lo busca más allá de las redes sociales. Pero es uno el que se vuelve adicto y mirando interminables tiras de fotografías de desconocidos. No podría saber por qué. Un saludo.

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  8. Yo opino lo mismo, hay que apostar a lo verdadero y no a lo virtual, excelente. Me gusto mucho esta excelente, yo también deje de utilizar facebook.

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    1. Hola Emmachikane, muchas gracias por pasar por acá y leer esta entrada. Debo reconocer con algo de vergüenza que poco después de subir este texto volví a caer en las redes del FB. Pero tienes razón, hay que apostar más a lo verdadero que a lo virtual. Un saludo.

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  9. Felicitaciones, pocos blogs como el suyo, que buena reflexión, actualmente facebook sólo me causa decepción y por eso le he eliminado.

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    1. Jorgensen, gracias por leerme. Pero he recaído. Ahora tengo el doble de amigos en mi FB y le dedico el doble de tiempo. Ojalá tú no recaigas. Un abrazo.

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  10. buen articulo pocos saben como eliminar una cuenta de facebook para poder asi proteger nuestra información no basta con solamente abandonarla ya que pueden así robar nuestra identidad

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