La fuerza interna del cosmos en una pluma

La fuerza interna del cosmos en una pluma
Como la naturaleza, el alma bacilante...

jueves, 6 de junio de 2013

Un escrito aburrido.


Llevo mucho tiempo pensando en qué escribir. Este es el momento, prolongado por cierto, en el que no se me ocurre nada. Y ya he hecho ejercicios para escribir sobre nada, por lo tanto, ya no es original. Entonces, tendré que escribir por escribir para ver qué pasa.

En trances como este acuso a la musa de la inspiración, a la falta de tema, al tedio de mi vida. Y vuelvo a mi depresión, esa que enaltezco porque me inspira. Revuelvo con fuerza mi miseria para ver qué sale. Pero mi vida es de verdad tediosa en este instante. Sólo revuelvo el tedio. Qué aburrimiento.

Hacia afuera, veo la misma pared de oficina de hace mucho tiempo. Hacia dentro, me veo sentado en esa oficina sosteniéndome la cumbamba con las manos mirando esa puta pared. Siento que he convertido a la prudencia en la mordaza de mi creatividad. Pienso mucho, actúo poco, mido las consecuencias, pienso en el resultado... y me aburro. Me aburro insoportablemente, como se debe estar aburriendo usted leyendo esto.

Quisiera decirle que la cosa mejora. Pero no veo cómo. Quisiera decirle que no se vaya, que por favor me lea, que es la forma más bella de escuchar a alguien, pero no sé cómo retenerle. No puedo retenerme ni a mí mismo que sigo escribiendo por inercia viendo como brincan las teclas debajo de mis dedos.

Y escribo. Escribo este texto aburrido sólo por escribir. Para sentir que la pluma sigue caliente a pesar de que el alma está helada. Escribo para retarme, para sentir que aún puedo, que la inspiración no importa si uno ya se ha lanzado por el tobogán de las letras y que de alguna manera tendrá que llegar al final.

García Márquez hace unos años confesó un "paro de inspiración". Pero bueno, llevaba más de ochenta años con la musa trabajando a doble jornada. Merece el paro. Merece el descanso. Nos ha legado el realismo mágico que nos requiere ochenta años para disfrutarlo entero. Además es García Márquez. Yo confieso exceso de aburrimiento, ausencia de historias, taras mentales, miedo, confieso mi amada mediocridad que me echa horas a divagar entre la basura mientras me arrepiento simultáneamente de lo que estoy haciendo.

Acá es cuando recuerdo a Andrés Caicedo escribiendo sobre sus miedos y paranoias en sus "torcis", esperando a darle el pastorejo en la oreja a la vida para que se le fuera. Recuerdo en la lectura de "Qué viva la música" su genialidad prematura que lo atormentaba. El día en el que le publicaron su obra maestra la vida no le volvió más. Lo imagino frenético en las máquinas de escribir. Escribiendo por escribir, para ver qué le salía.

Quizás este sea uno de mis harakiris literarios. Una afrenta al lector para decirle con una malsana arrogancia que yo estoy acá para escribir y no para que me lea. Un intento por sacar la mano de naufrago para escribir cualquier cosa.

Perdón, perdón por aburrirlo si llegó hasta acá. Intentaré dejar de mirar esta pared, buscarme una historia, zafar el miedo y escribir algo por algo. Estaba desesperado porque llevo mucho tiempo sin escribir y escribí cualquier cosa. Este texto aburrido que no podría terminar mejor. Perdón.