La fuerza interna del cosmos en una pluma

La fuerza interna del cosmos en una pluma
Como la naturaleza, el alma bacilante...

domingo, 10 de febrero de 2013

Así ha empezado la carrera de un escribidor con la ilusión de ser escritor.




Con estas letras he empezado a construir mi ilusión de convertirme en escritor. Siempre le huí a este anhelo por miedo al fracaso, ese en el que ando inmerso y del que me siento orgulloso. Ese fracaso que además me ha inspirado tanto de lo que he escrito. 

Ángelita, mi esposa, ha organizado el corpus de los textos que mi padre cuidadosamente seleccionó para que conocieran el resplandor del papel. Pero en realidad, todo se lo debo a este humilde blog que un día abrí para compartir "Historia de un asesinato anunciado: Never Ríos Carrascal", mi primera publicación que ya circulaba en papel, y que me dio tanta alegría como pichón de las letras. Paradójicamente, fue un texto en extremo triste, por la trama que desnudaba. Ahora, Ángelita ha escrito el prólogo de lo que será mi primer libro. Ese libro que nace acá, en este blog. Y yo he jugado con una palabra que siempre me llamó la atención, "prolegómenos", porque nunca entendí su significado, hasta ahora que los he traído para iniciar mi aventura. Bueno, vuelvo al papel. Pero quiero agradecer a todos los que se han acercado a este anaquel a buscar mis escritos. A esos, hasta hoy 10 de febrero de 2013, 141 seguidores que han dejado su huella en el nombre de quiénes siguen mis letras un tanto desquiciadas. Gracias a todos ustedes. Y mi forma de agradecer, es permitiendo que todo mi libro repose acá. Por eso tomo el riesgo de menguar las ventas y no importa. Ustedes vinieron desinteresadamente. De la misma manera, todo lo que volará en papel, está acá ante sus ojos. Gracias de corazón a todos y todas. 

El libro saldrá al mercado a finales de marzo de este año. Entre tanto, les comparto el amor de mi esposa hecho prosa y mi amor por las letras hecho papel. Espero que lo disfruten. Este espacio seguirá llevando historias, cuentos, anécdotas, alegrías y tristezas cada vez que necesite desahogar mi alma. Como siempre lo he pedido, si alguna vez sienten que he dejado de escribir, por favor muevanme para ver si aún respiro. Una vez más, GRACIAS.


PRÓLOGO


La primera vez que hablé con Felipe, fue una tarde de diciembre en una conversación muda y fortuita. Ese día llegué más temprano a casa que de costumbre y me conecté, sin nada más que hacer, al hoy ya desaparecido Messenger. Allí, estaba esperándome el que unos añitos después sería mi esposo, y transcurrieron más de seis horas de anécdotas, coqueteos y risas. Ese día me hizo llegar un escrito muy suyo, muy íntimo, y con esa advertencia pospuse más de 20 días su lectura. Tenía miedo de lo que encontraría: tal vez el tipo lindo que me estaba figurando se me desvanecería; tal vez no quería ver su alma desnuda tan pronto.

Pero el día que leí por primera vez a Felipe, después de estar postergando una lectura indeseada y tardía, me di cuenta que no iba a poder dejar de leerlo. Porque su escritura es muy sincera; porque no hay adornos innecesarios, sino ingenio para decir lo que siente, piensa, cree y sabe; porque en cada escrito hay una migaja de sabiduría para la vida: de la que realmente sirve.

Y así me hice, como yo me considero, la máxima fan de Felipe, la número uno. Cuando me dice que ha escrito algo, yo quiero ser la primera en leerlo, para saber en qué formato ha escrito, qué faceta ha explorado, qué ocurrencia ha tenido. Porque este escritor tiene la ventaja de poder escribir prosa de muchas maneras: reflexionando, contando historias y anécdotas, o simplemente escupiendo dolor o llorando alegrías.

Todo eso lo ofrece este libro, ordenado en cuatro grandes partes: una primera, “Crónicas rojas”, en la que está el Felipe periodista que, sin nunca haber trabajado como reportero, se encontró con estas siete historias en las que no se buscan noticias, ni verdades, sino la conexión con el otro, su reconocimiento, poner de relieve las injusticias de nuestra ignorancia (algo muy propio del Autor).

La segunda parte, “Pensando ando…” trata sus reflexiones políticas, con críticas cáusticas en un país y en un mundo en el que se sueña en silencio pero no se lucha en voz alta.

La tercera sección, “¿Por qué a mí?”, compila algunas vivencias, explorando temas familiares e íntimos. Allí donde no existen certezas, donde el error se permite, el dolor se perdona, y la vida nos patea y nos soba las heridas.

El libro cierra con su “Poesía barata”, prosa de dolor y tristeza cuando el Felipe depresivo sale a flote. Noches en nuestra Buenos Aires querida, en donde la oscuridad es el refugio de las letras.

Ese es el libro que se lee. Pero hay otro libro no escrito detrás de éste y es el de cómo se decidió que los escritos del blog de Felipe se convirtieran en páginas de papel. La idea fue de Don Jaime, su papá, que con su dulzura e infinito amor, decidió regalarle esta edición. Con un trabajo juicioso y meticuloso, ordenó los escritos y seleccionó los que a su parecer eran los que mostraban mejor el talento de su hijo. Detrás de este libro también están su mamá, Doña Ayda, que todos los días ha sostenido a Felipe de la mano, regalándole siempre inspiración. Sus chochomil hermanos, unos en demasía amorosos, otros alcahuetas, otros regañetas, pero que al fin y al cabo, son el ancla que lo mantienen unido con el mundo. Finalmente, Nicolás,  el motivo, el impulso, la sonrisa.

Con esta filigrana de amor, Felipe siempre ha caído parado. Porque así se vea así mismo como un fracasado, hoy le da la bienvenida a este proyecto de lo que siempre ha debido ser: un escritor, o, como el mismo se autodenomina, un escribidor.

Ángela Navarrete Cruz
Ibagué, Colombia. Febrero de 2013



PROLEGÓMENOS DE UN SUEÑO QUE SALTÓ AL VACÍO


Esta es por fin, la compilación de mi obra. Esa frase suena arrogante y yo sueno viejo. Pero para matizar esto un poco, diré que no es el final de mi obra y que además, esta compilación no es la culminación de una exitosa carrera. Todo lo contrario. Este es apenas un sueño en ciernes saltando al vacío. Y el éxito no es el fin. Es la felicidad. Esa ha sido mi débil filosofía.

Además porque puedo ser muy masoquista. No creo que la felicidad sea posible, pero creo que siempre debemos buscarla. Esa es la constante y cruel utopía de la vida. Como un perro que persigue su cola, yo persigo mi sueño de ser un escritor. Y con esta lógica doméstica y simple, el día que alcance mi cola de ser escritor tendré dos sensaciones: Dolor, al sentir que lo que perseguía era una parte inherente de mí que nunca reconocí de verdad; y dos, al menos alegría, porque ya no estaré mareado dando vueltas y vueltas detrás de un sueño inalcanzable. Entonces, este es mi primer mordisco, tratando de dar cacería a esa maldita cola.

Mi padre, ese sujeto bajado de alguna nube rara al cual le cortaron sus alas de ángel para hacerlo humano, por lo bueno que es, decidió que no podía volver a su nube sin hacer algo por el menor y más pelotudo de sus hijos, es decir, yo. Por eso dedicó mañanas y tardes enteras a leer en soledad o pidiéndole a mi madre que le recitara lo que había en mi blog. Un blog, algo tan extraño para ellos y su época como que ahora uno se pueda acostar con la novia en la casa de los papás sin siquiera pedir permiso. Pero menos sacrílego.

Allí estuvo mi madre, preguntando día de por medio cómo era que se entraba a "ese tal block" porque Jaime "está como loco leyendo eso que usted escribe". Y allí estuvo mi padre, como una hormiga trabajando para sacar una edición de mis escritos. Seleccionó lo que más le gustó y en algunos casos, lo que menos le disgustó. De tajo sacó todo aquello que mostrara mi debilidad, mi depresión, mi falta de amor por la vida. E incluí esos textos de nuevo, explicándole que eso tan malo de mí, era lo mejor de mí. No entendió, pero comprendió. Y aceptó. Como siempre.

Publicar siempre me ha dado más miedo que emoción, lo debo confesar. Soy muy malo para soportar la crítica destructiva, la burla y la mala leche a la que uno se expone cuando expone lo que escribe. Y suelo reaccionar mal, con agresividad, a la defensiva, como si la cosa fuera conmigo y no con lo que escribo, porque no somos la misma cosa. Uno no es lo que expele, sino lo que retiene. Para eso es la piel.

Publicar pues, es un acto de desprendimiento, de algo que ya no es uno. Algo que toma vida, que se defiende sólo, que despliega pies y alas y que se vuelve tesoro o presa de la opinión. Eso no es uno. Eso es lo que uno produce. Hoy recuerdo a mi profesor de Teoría Política de la Maestría, un tipo buena gente de apellido Aguilar, quien contaba con una sonrisa disimulada cómo J.J. Rousseau vivía en el sentido exactamente contrario de como pensaba. Y sin embargo, el legado de Rousseau inspiró revoluciones, mientras sus hijos sufrían hambre por su abandono.

Por eso he tomado la decisión de apoyar el apoyo de mi padre. De dejar que mis escritos tomen su rumbo en papel, a donde no podré seguirlos ni controlarlos. Allí, a esa comarca en donde serán combustible para hogueras o adorno de bibliotecas. No lo sé. Nunca lo sabré. Y menos aún si no tomo el riesgo de que puedan volar.

Prometí hace algún tiempo publicar una novela y terminé publicando una oda tonta a la irresponsabilidad disfrazada de promesa rota. Ahora no tengo excusas. Ya tengo lo escrito, el patrocinador, la voluntad, el apoyo de un grupo de personas que confía en mí y el amor de una familia sin igual. No se diga más. Esta obra que ahora, si está leyendo esto, tiene en sus manos, es mi trabajo. Es la cola de perro que quiero alcanzar. Es la sensación de que estoy cumpliendo mi sueño. Un sueño que saltó al vacío, al que no se si le saldrán alas para volar o yunques para enterrarse en la tierra. Está en sus manos que sea lo que tenga que ser.

Gracias por leerme. Por haber creído en este tipo que se cree escritor. Y que no se ofenderá por lo que opine de lo que aquí está plasmado. Es su derecho, para eso pagó. Y mi deber es darle las gracias de corazón, con humildad, seguro de que lo que piense no es para mí, un ser humano limitado por su piel, sino para lo que he escrito. Este sueño publicado. Este sueño que saltó al vacío.

Andrés Felipe Giraldo López.
Ibagué, Colombia, febrero de 2013.