La fuerza interna del cosmos en una pluma

La fuerza interna del cosmos en una pluma
Como la naturaleza, el alma bacilante...

martes, 27 de abril de 2010

Carta abierta a los mafiosos y las mafiosas en el preludio de las elecciones presidenciales de 2010.

Buenos Aires, abril 27 de 2010.


Repudiados y repudiadas señores y señoras mafiosos y mafiosas, clase politiquera, secuestradores de la democracia colombiana durante los últimos 200 años.

Colombia.

E. S. C. (En su conciencia).


Señores mafiosos y señoras mafiosas,

Con todo comedimiento, pero con decisión y sin ánimo de desafiarlos (porque acabaría muerto) quiero exigirles que por primera vez en nuestra historia no priven a Colombia de lograr un cambio sustancial en su forma de ejercer la política.

No les voy a pedir ilusamente que dejen de comprar votos, de intimidar campesinos y de hacer acuerdos polítiqueros para lograr sus objetivos. No, eso sería como pedirles que dejen de ser ustedes y eso no lo van a hacer. Les voy a pedir que no vayan a ser tan radicales como Pablo Escobar y Santofimio en 1989 como para matar a Antanas. Les voy a pedir que no sean tan torcidos como Samper en 1994 como para financiarse en un porcentaje descarado de sus compañeros de lucha como los narcotraficantes, los terratenientes o los paramilitares para comprar conciencias y torcer autoridades electorales. Que cuando nuestro triunfo sea inminente no vayan a robarse las elecciones como Misael Pastrana en 1970.

Les pido que omitan esos extremos y se limiten a sus prácticas tradicionales. El tamal y la cerveza en las barriadas, el billete de 50 mil el día de las elecciones y hasta que hagan que voten los muertos que ustedes mismos han matado si desean. Incluso, si quieren, nadie podrá evitar que tuerzan a más de un jurado electoral, que se roben las mesas de la provincia y finjan problemas de orden público para alterar los resultados. Todo eso sé que va a pasar, pero no nos va a detener.

No pretendo que dejen de jugar sucio cuando sé que no conocen otra forma de jugar. Cuando eso les ha representado tener el poder por años y períodos tan largos. Cuando han elegido un presidente que ha dado todo un banco nacional a los narcotraficantes para que legalicen su sucio dinero y es enterrado como el más ilustre y noble de los ciudadanos u otro que puede financiarse su campaña con dineros de la mafia y luego, como si nada, es un ilustre garante de los derechos de los secuestrados. Entiendo que no tienen otra forma de jugar cuando con esa siempre han ganado mientras los colombianos “de bien”, que no servimos para nada, sólo renegamos y aguantamos.

Ahora creemos en este tipo Mockus, que no es un mesías pero que es buena gente. Que no cree que le vaya a pasar nada de acá al 30 de mayo. Que cree que puede hacer de nosotros, colombianos acostumbrados a bajarle la cabeza a su rifle, a su Toyota o a sus guardaespaldas, ciudadanos dignos, deliberantes y combativos con los argumentos, y que además cree que esos argumentos pueden derrotar a sus rifles, a sus toyotas y a sus guardaespaldas. Es un iluso, si, como yo, pero por favor, por ser iluso, no lo vayan a matar. Dennos la oportunidad de demostrarles que no somos tan idiotas como ustedes siempre nos han creído. Dennos la oportunidad de creer y hacer para que ustedes mismos se den cuenta de que es más sabroso vivir respetando al otro que pasándole por encima y que el poder no está en sus tierras de la que han despojado a los campesinos ni en el “tote” que nos sacan en la calle sino en el respeto que puedan inspirar por ser realmente respetables.

Mockus saldrá electo con el voto de opinión de las grandes ciudades, de los muchachos pensantes que orgullosos van a salir a votar por primera vez cuando hasta hace muy poco nada les importaba y no distinguían entre apatía y política. Mockus va a ganar con el voto del que siempre pensó que era mejor hacer la fila y respetar el carril que tener una Toyota de traqueto para echársela encima al del automóvil comprado con trabajo. Mockus saldrá electo a pesar de que ustedes hagan lo que hacen siempre fingiendo que somos un país democrático cuando esto siempre ha sido una mafiocracia dominada por ustedes y controlada por sus títeres.

Si señores, Mockus va a ganar porque no representa el voto del odio o el miedo. Pastrana ganó por el odio que inspiró Samper y su proceso 8.000 en su lacayo Serpa. Uribe ganó por el odio a las Farc que se exacerbó por la idiotez de Pastrana. Y volvió a ganar porque su tarea de odio no estaba terminada. Y cada uno gana por el miedo a dejar de ser lo que somos. Porque el trabajador de la tierra tiene miedo de que el terrateniente lo eche o lo mate. Porque el de la empresa teme perder el salario mínimo si no hace lo que el dueño insinúa. Porque cada cual está cómodo en su estiércol al que ya se ha acostumbrado. Por esa simbiosis asquerosa entre el poder corrupto y el estado que se hacen favores y se retribuyen ayudas entre trago y trago de Old Parr y palmaditas majaderas mientras se reparten tierras y subsidios por votos. Mockus es el voto de los que nos cansamos de sentir miedo y odio. De los que nos cansamos de odiarlos y temerlos.

Por eso, señores mafiosos y señoras mafiosas, sólo les pido que no maten a Mockus y que no se roben las elecciones que legítimamente vamos a ganar. Del resto nos encargamos nosotros sin que ustedes dejen de hacer lo que hacen. Nosotros nos encargamos de conversar con el pobre que ustedes van a comprar y ese día no se va a querer dejar comprar, nosotros vamos a hablar con el campesino que ustedes llevan con fusil a las urnas y ese día se va a querer esconder de ustedes, nosotros vamos a ir a votar masivamente por este señor Mockus y por su amigo Fajardo a pesar de que ustedes estén regados por todo el país impidiéndolo. Hagan lo suyo, nosotros haremos lo nuestro.

Nos harían un gran favor si le chuzan el celular a Mockus y dejan filtrar una conversación con Fajardo a los medios de comunicación, para que nos sorprendamos todos de que no hablen de cómo van a repartir ministerios, direcciones, notarías y demás, y pagar favores políticos como ustedes nos tienen acostumbrados, para escuchar en esa conversación cómo le van a llegar a la gente con libros, cuadernos, esferitos, puentes y toda una estrategia pedagógica para construir ciudadanía. Les pido encarecidamente que le chucen el celular a Mockus que yo no me canso de escucharlo. Por favor, todo el DAS detrás de Mockus. Creo que más de uno se educaría por teléfono. Que lindo sería que Mockus educara a los del DAS sin querer queriendo.

Entonces, les solicito que hagan lo que quieran pero que no nos maten la ilusión y no porque Mockus sea un mesías. Sólo porque es un ser humano y la vida es sagrada. Sólo porque es un medio para alcanzar un fin noble. Sólo porque lo queremos vivo en la Casa de Nariño y no rindiéndole honores con dolor en el Cementerio Central para que por colmo de males, lo entierren al lado de López y Turbay. Sólo porque es un buen ciudadano que quiere construir ciudadanía para que ustedes nos respeten, para que ustedes no nos intimiden ni nos sobornen ni nos maten.

Repito que este no es un reto con ánimo camorrero para que sean “varones”, tampoco les voy a dar en la jeta maricas. Esta es una solicitud respetuosa para que nos den la posibilidad de demostrarles que están equivocados, completamente equivocados y que al retomar el rumbo de la ciudadanía ganan ustedes, ganamos nosotros, ganan sus hijos y los nuestros y gana Colombia que se revuelca y se revuelca en lustros y lustros de infamia venerando gobiernos por ustedes puestos y por nosotros criticados. Esto no es la arrogancia de los “legales y morales” que somos nosotros contra los “ilegales e inmorales” que son ustedes. No, ese no es el asunto. El asunto es que yo ya me mamé de que ustedes me maten, me intimiden, me sobornen, me echen la Toyota encima, me saquen el “tote” y yo me cague del susto. Me mamé de ustedes y no los voy a desafiar. Pero si les digo algo, no nos vamos a dejar más, vamos a ir a las urnas y los vamos a derrotar, y nunca, pero nunca más, les voy a agachar la cabeza para que ustedes me humillen como traquetos porque yo me comporto como ciudadano. Nunca más. Porque aunque estoy lejos, Colombia es mi país y quiero volver y sentirme tranquilo, rodeado por ciudadanos y no por fieras armadas que ven resultados en muertos y no en niños felices.

Cordial, pero firmemente,


Andrés Felipe Giraldo L.

jueves, 1 de abril de 2010

Oscuridad...


La oscuridad es majestuosa si sólo queremos vernos dentro. La luz es distracción. Apago la luz y una ráfaga de recuerdos me invade. Unos buenos, otros no tanto, otros duelen y otros se vuelven esperanza vana.

La introyección está permeada por el tic tac del reloj que me ratifica en varias noches de insomnio. Pero mato la angustia de las vueltas con la almohada con una nueva historia que jamás será y que hunde sus raíces en una que si fue. Esa niña atravesando el parque. Nunca le dije que su sonrisa me evocaba una mariposa al vuelo. En realidad, nunca le dije nada. Yo sólo la espiaba detrás de una cortina desde mi casa en su inocente juego con una muñeca que cada vez tenía el pelo más corto.

Yo fantaseaba con que ella era mi esposa, sin saber muy bien para qué servía una esposa en aquel tiempo, y que esa muñeca deshilachada era nuestra hija. Trataba de leer sus labios para continuar con el sermón que daba a su muñeca y me fundía en un abrazo de amor eterno rodeando su cintura.

Ella no supo mi nombre ni yo el de ella. Ella me vio varias veces cuando se me olvidaba que la estaba espiando y mis manos soltaban la cortina que me cubría. Sólo se sonrojaba, sonreía, y seguía sermoneando a su muñeca.

Creo que ese es el único amor puro que he sentido. El único real y genuino. El único desinteresado y desprevenido. Me recuerdo de 9 años, mirando a una niña de 7.

Desde entonces, desde el día en que una niña de 10, otra niña, al otro día o quizás sólo unas horas después de mi última espiada a la de 7, me retó a ponerme gomina en el pelo, el amor no fue más idílico. Ella, la de 10, era linda pero ya había besado a Rocky, el chacho del barrio de unos 13 años en 1983. Y no era cualquier beso, era un beso con lengua, el más asqueroso de todos. Ya estaba contaminada. El beso arrancaba la pureza. Eso me dijo una monja en mi colegio. Aunque ese día me le burlé, con los años supe que tenía razón. Me retó a ponerme gomina y a salir a la calle con bluyines, porque hasta ese día, sólo usaba pantalonetas y sudaderas. Me retó a cambio de nada… me retó a cambio de darme un beso en la mejilla si era capaz de hacerlo. Me daba más miedo el beso que oso el salir disfrazado. Pero acepté el reto, por una simple razón: Era un reto y yo era un niño.

Saqué unos bluyines que me habían dado la última navidad y le robé gomina a mi hermano mayor. Me la eché. Me sentí con un gargajo gigante en la cabeza que jamás se quitaría de ahí y mi pelo perdía su docilidad para volverse más tieso que mi pirulí cuando le pillé unas revistas porno a ese mismo hermano. Esas revistas cayeron una vez que me tiré en su cama y se escurrieron por entre las tablas debajo del colchón y cayeron al piso. Me agaché a ver qué se había caído y sólo vi cómo se abría la más grande de ellas en su página central. Era una Penth House y una vieja con unas tetas enormes asomaba medio doblada. La cerré apresurado y casi que con la reacción de un delincuente sorprendido. Cogí tres más que había ahí, las devolví a su lugar de origen sin mirar más. Sin embargo, esas tetas me persiguieron como una semana más, y cada vez que las recordaba, mi pirulí se ponía como mi pelo con gomina.

Me revisé en el espejo. Ese tipito de ahí no era yo. Mi pelo largo y liso ahora eran flecos mojados y puntudos. El bluyin quitaba toda naturalidad a mis piernas y me sentía como entre un par de tubos de cartón. Alcé una ceja y baje la otra y me sentí irresistible. Un ventarrón demoniaco se apoderó de mí. Me repasé de nuevo y no pude evitar señalar a ese tipín del espejo con mi dedo índice de la mano izquierda, la mía, para decirle que un nuevo ser habitaba mi cuerpo.

Caminé torpemente, con los tenis del colegio puestos, los únicos que me salían con el bluyin y cuidando de que mi mamá no me viera porque tenía prohibido ponerme esos tenis del colegio para salir a la calle: “Usted los empuerca y las notas del colegio me llegan a mí”, me decía.

La niña de 10 me estaba esperando en el parque. Yo sabía que ella me quería dar el beso entonces no era decepción para ella verme salir, pero sí le parecería chistosa mi pinta. Abrí la puerta de mi casa y me paré en la entrada. Firme, seguro. Caminé hacia el parque y mis amigos me miraban entre sorprendidos, divertidos y curiosos. Ellos jugaban fútbol y casualmente el balón fue a dar a mis pies. Acorde con mi nueva pinta y mi seguridad, quise hacer la bicicleta y devolverla magistralmente a la cancha. Los bluyines no me dejaron doblar las rodillas y fui a parar de jeta contra el pasto. Pero eso no me iba a amilanar. Sólo limpié mi boca de unas pajillas de pasto que se quedaron ahí y seguí caminando como si nada, mientras mis amigos se tapaban la boca y dejaban escapar una carcajada. Siguieron jugando y yo, seguí para donde la niña de 10.

Llegué hasta su lado y le di una vuelta para que me viera. Sólo sonrío y me dijo: “Bueno, cumpliste, ahora yo te cumplo”. Puse mi mejilla en gesto victorioso para salir de ese cuento y dejar simplemente la tarea cumplida de haber podido con el reto. Acercó sus labiecitos a mi mejilla y se quedó quieta unos segundos sin tocarme. Yo me impacienté y traté de buscar sus ojos con mis ojos para ver qué estaba pasando. Inevitablemente mi boca quedó frente a su boca. Me dio un beso. Pero no cualquier beso. Un beso con lengua, el más asqueroso de todos. No pude cerrar mis ojos y sentí como si ella me estuviera llenando de babas viscosas mi lengua y traté de apartarla suavemente para que no se notara tanto mi estupor. Sonrió. Yo agaché la cabeza y miré hacia el piso. Alcé la cara de nuevo para ubicar su cara y estaba dando una vuelta con su cabellito suelto que me golpeaba la coronilla. Era más alta que yo.

Cuando por fin su cabello me dio algo de visibilidad en un segundo plano, en el fondo, una cortina arremangada se dejaba deslizar en un apartamento de un tercer piso que tenía vista hacia el parque, hacia donde yo estaba. Con una puntica de esa cortina en la mano, la niña de 7 me miraba con la boca abierta que rápidamente tapó con su otra mano. Otra vez quitó la mano de su boca y con los ojos aún más abiertos que su boca alcancé a leer como con sus labios decía: “Ay, papayay, Turbay”. Vi cómo dejó caer su muñeca al piso, y sin más ni más soltó la cortina y salió corriendo hacia las profundidades de ese apartamento.

Sentí que la estaba traicionando, que había abandonado nuestro hogar imaginario, que había dejado sin padre a su muñeca y que jamás me iba a perdonar. Así fue. Nunca más la volví a ver. Nunca más salió al parque a jugar con su muñeca. Por lo menos no en donde yo la pudiese ver. Nunca más volví a usar gomina. Ella también me espiaba a mí y sólo lo supe ese día que la de 10 me metió su lengua en mi boca.

Al otro día vi a la de 10 con Rocky y sólo me sacó la lengua, pero no lindo, feo, para burlarse de mí. Rocky también se burló de mí. Unos meses después fui al edificio de la niña de 7 y le pregunté al portero si conocía una niña que vivía en el tercer piso. Me dijo que sí, pero que ya se habían mudado, que no sabía para dónde.

Ese día comprendí que había sacado a la calle a un tipo que no era yo y que ese tipo se había dado un beso con una vieja sólo por cumplir un reto. Ese día vi cómo el “Ay papayay Turbay” de la niña de 7 configuraba algo grave y definitivo. Yo no capté que traicioné los sueños de una niña que vivía para soñar, como yo, hasta ese día, que no fui más un soñador porque di un beso con lengua, el más asqueroso de todos.

El beso, como me dijo esa monja, me quitó la pureza y traicioné al sueño de la niña y su muñeca.

La oscuridad me trajo ese episodio acá, en esta cama doble que es gigante para mi soledad y estrecha para mi insomnio. Acá, en la oscuridad… comprendí por qué estoy sólo… y por qué no uso gomina.


Fin.