La fuerza interna del cosmos en una pluma

La fuerza interna del cosmos en una pluma
Como la naturaleza, el alma bacilante...

lunes, 30 de mayo de 2011

Cuando la inspiración se va


Cuando la inspiración se va se borra más de lo que se escribe. Los inicios son fatales y los finales nunca llegan. Las historias no producen tristeza sino lástima. Nos volvemos lerdos, desabridos, lo sublime se vuelve ridículo y lo romántico cursi.

Cuando la inspiración se va los dedos se vuelven torpes y las ideas se tornan confusas. Sólo se sienten brillantes las palabras de un pasado que cada vez se añora con más nostalgia. Se repiten una y otra vez en la mente esas frases de antaño para recordar que ahora no serían más que el plagio de un buen momento.

Esa mítica musa que cuando ilumina parece que volara como un hada encantada zumbando misteriosa por los confines de las letras, se quita las alas y se pone las bragas. Se le ve ebria y angustiada, sentada en un rincón mientras aspira con ansia el humo de un cigarro acabado.

La inspiración se marchita cuando el alma se opaca. Se le corre el maquillaje, se le rompe el corsé. Se puede rimar cualquier cosa a lo Arjona, como patético con frenético. Se puede creer, por ejemplo, que el reggaeton es música y que su letra es poesía.

Cuando la inspiración se va la tragedia llega. Los pensamientos se agolpan en formas caóticas que no se pueden describir… porque no hay inspiración. El nudo en la garganta se enquista y las mariposas en el estómago no son más que larvas revolcándose.

Cuando la inspiración se va es mejor no buscarla, no intentar presionarla, no evocar cuando estaba… ni creer que llegó porque dos palabras hicieron el milagro. La inspiración es como el aire, perder la consciencia de la falta que nos hace, mejor nos deja respirar.

Hay que vivir en este riesgo constante de encontrarnos sin palabras, sin historias, sin pasión. Llegar a la hoja en blanco para que el desasosiego del vacío nos diga que no hay nada. Intentarlo otra vez, darle la vuelta al papel, sacudir la pluma para ver qué cae, para darle forma a esa mancha, para volver a empezar.

Cuando la inspiración se va el silencio es el mejor amigo, la contemplación la mejor terapia y la paciencia la única opción. Y ahora que no me inspiro, mejor expiro. Cualquier cosa. Como Arjona.

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