La fuerza interna del cosmos en una pluma

La fuerza interna del cosmos en una pluma
Como la naturaleza, el alma bacilante...

domingo, 28 de noviembre de 2010

La crónica de la Crónica.


He ganado una “Mención Especial” de los Premios Nacionales de Periodismo Simón Bolívar en Colombia. El 12 de octubre de 2010, mi padre, con un rictus en el rostro que jamás olvidaré por la profunda emoción que evidencia, y que en realidad es mi premio, recibía el papel que me consagraba como el mejor segundo, es decir, después del primero. No gané, pero si gané. Los jurados decidieron que hubo una crónica mejor pero que la mía bien valía mencionarla porque tenía su gracia y ellos querían valorarlo. Gracias al jurado por tal reconocimiento.

Después, llegaron a mi domicilio de Bogotá cartas de felicitación exaltando mi gran carrera como “periodista” y mi “gran trayectoria”. Me di cuenta de que los modelos de carta no se detienen en pequeñeces y detalles como que no soy periodista y que esa crónica es la única que he publicado y que quizás sea la única que publique en mi “gran trayectoria”. Aún menos, esos modelos de carta se detienen en la historia que hay detrás de una publicación para un “outsider” de la escritura, que se coló por la ventanita de una revista y les arrancó una “Mención de Honor” de los premios más importantes del país. Sin embargo, ya pagué el precio por tal descortesía y esa revista a la que tanto agradecimiento profeso y profesaré, ya me negó una segunda publicación con el argumento de que ya “estamos cansados de tanta tragedia”. “La masacre de Bojayá contada por María Lepesqueur” no tendrá más difusión que este blog, cuando ya me habían hecho una oferta para publicarla antes de ganar el premio. Súbitamente, ya no será publicada, y súbitamente, nunca me dijeron por qué no lo harán, más allá de ese cansancio de tragedia. Como si yo escogiera los temas de los que escribo. Yo no escribo crónicas por escribir crónicas. Yo vivo, recuerdo y plasmo. No puedo escoger lo que me toca vivir. Es fácil cansarse de las tragedias si uno las puede evadir. Pero en un largo trecho de mi vida, esa no fue una elección para mí. En fin.

Ahora, ya con ese papel que certifica que a algunos “tesos y tesas” les gustó lo que conté, quiero compartir con este pequeño grupo de quijotes que aún se acercan a este rinconcito, la historia que le compartí a mi familia con base en la cual quise explicarles que a veces hay que tomar riesgos hasta vitales, para alcanzar pequeñas metas. Como los temerarios que suben a pulso la montaña sólo por saber qué se siente en la cúspide y luego se bajan con más emoción e igual anonimato. Esta es la historia detrás de la historia. Un “detrás de cámaras” de un “escribidor” cualquiera que quería darle tranquilidad a sus personas más cercanas para liberarlas de culpas en un camino que decidí asumir bajo mi cuenta y riesgo y del que no me arrepiento porque finalmente me sirvió para darle una sonrisa invaluable a mi padre y un regocijo inmenso a mi madre con lo que ya me puedo sentir más que premiado. Este es el premio de la vida. Los papeles, papeles son, las publicaciones van y vienen sin ton ni son y no es la calidad ni la justicia, como en la mayoría de las cosas, las que marcan el derrotero de lo que sale o no sale a la luz pública, pero esta historia se queda en mi alma. No sólo a la memoria de “Never Rios Carrascal”, que yace en el estado que un país pusilánime avaló con su indiferencia, sino a la mía misma, cuando me toque mi turno si es que llega allá o acá en el exilio. No importa. Yo seguiré contando historias, y si alguien algún día las quiere publicar, sólo que se lleve la historia y mi nombre para que yo responda por cada letra que plasmo. Es mi responsabilidad y mi dicha. Yo vivo para escribir. No escribo para vivir. Ahora sí, la carta con la que anuncio la publicación con la que me gané, mucho tiempo después, la mención. Una “hipermención” que me hace inevitablemente “Hipermenso”.


Bogotá, 21 de mayo de 2009.

Querida Familia mía y amigos del alma,

(*Mónica, Oswaldo y Luis son hermanos míos)

Antes de juicios apresurados, regaños prematuros, acusaciones de irresponsabilidad y todos los adjetivos que sé, tienen razón en adjudicarme, quiero exponer mis razones para haber tomado la decisión de publicar una crónica que sé, me va a traer problemas legales y de seguridad por la calidad y compromiso de las aseveraciones que en ella hago. Para quienes no la han visto, y para que entren en contexto, les envío la versión definitiva que será publicada en la Revista Número en su próxima edición. Por favor no avancen en la lectura de este correo sin antes leer la crónica para que me entiendan. (http://andrefelgiraldo.blogspot.com/2009/07/never-rios-carrascal.html)

Esta historia la viví en 2003. Desde el mismo momento en 2007, cuando aparecieron los restos del otro protagonista de la crónica, porque uno soy yo, decidí escribir las vivencias derivadas de este duro e infame episodio de mi vida. No las había escrito por miedo, pereza y la certeza de que nadie, de todas maneras, las iba a publicar. Pasó algo muy casual. Mi profesor de crónica en la especialización, para mí el mejor escritor de crónicas de este país, ganador de tres premios Simón Bolívar y un premio Príncipe de Asturias en España, Alberto Salcedo Ramos, me pidió que lo acompañara a una charla que tenía en un colegio. Cuando llegué a su casa me preguntó qué tenía escrito para que él me ayudara a publicar. Mentí. Le dije que tenía la crónica del testigo muerto. Yo ya le había manifestado mi intención de escribir esta crónica. Inmediatamente llamó a Guillermo González, Director de la Revista Número y no sólo me recomendó a mí, recomendó mi crónica como posible ganadora de un Simón Bolívar porque era realmente maravillosa. Él no había leído nada porque yo no había escrito nada y los dos fuimos en ese instante un par de mentirosos irresponsables. Sonrió y me dijo "listo, que se la mandes lo antes posible...". Le dije que tenía que corregir redacción, ortografía y estilo y que necesitaba el fin de semana para eso... que la mandaba el lunes. Algo captó, volvió a sonreír pero un poco más pícaro y me dijo que bueno.

Salimos para el Colegio Los Robles y allí él dio su charla. Yo iba de convidado de piedra, hasta que las profesoras me preguntaron que yo qué hacía ahí. Trataron de ser corteses pero se les notaba que me veían como lo que era. Un colado. Resumí mi hoja de vida y agrandé mis méritos al 500% para no sentirme como tan chandoso. Quedaron tan impactadas con mis logros, algunos inventados y otros exagerados, que me propusieron dar una charla en el día del idioma sobre "Conflicto Armado y Literatura en Colombia". Agradecí, acepté y Alberto conmovido les ofreció mi crónica del testigo muerto como insumo para charla que tenía que dar al miércoles siguiente. Era viernes. Ya tenía una doble responsabilidad por escribir algo sobre un testigo muerto que yo ya había enterrado en mi memoria.

El viernes no pude escribir una sola letra por ansiedad y sentimiento de culpa por mentiroso. El sábado me senté a las 7 de la noche y empecé a escribir. Mis dedos danzaban sobre las teclas y la memoria de los hechos me llegó como cascada de manantial. Puros y nítidos. Me paraba, pensaba, seguía, tomaba café, ponía música y cada recuerdo me llegaba en ráfaga absoluta de certezas represadas por más de seis años. Lloré, reí, medité y siempre recordé, recordé y recordé cada momento con la misma crudeza y dolor como cuando lo viví. A las 11 y 30 de la noche terminé el primer borrador. Estaba tan excitado y conmovido que ni siquiera la leí y la envié de inmediato a algunos de ustedes para que me ayudaran con la edición y para que me regalaran su opinión inmediata.

El primero que respondió, como siempre, fue mi editor y más asiduo lector de cabecera, Oswaldo. Lo primero que me dijo fue lo que todos ustedes están pensando. Estaba preocupado por mi seguridad y la de mi familia, incluido Nicolás porque la gente involucrada es mala y está viva. Además tienen el poder suficiente para hacer el daño que han hecho durante toda su vida. Desde ese momento supe que tenía razón y pensé simplemente en sacar una disculpa y no enviarla ni a la revista Número ni al colegio. Sin embargo, creí que por lo limitado del público en el colegio no tendría problema y decidí enviarla. El lunes en la mañana me llegó un correo de la revista Número que me llega regularmente como anuncio del lanzamiento de un nuevo ejemplar. Lo abrí. Me vi, vi mi artículo en mi imaginación. Me sentí circulando por el extraño mundo de los literatos que pueden llegar a ojos desconocidos. No lo pensé... y envié mi crónica a ese mismo correo. Reconozco que fue sólo mi ego quién me llevó a hacer esta estupidez. Un ego que ya había sido mancillado por la Revista el Malpensante tres años atrás cuando fui durante seis meses a publicar otra crónica y después de pedirme el concepto de qué fotos deberían acompañar mi crónica, sencillamente no me volvieron a llamar y ya. Obviamente tampoco me volvieron a contestar ni responder correos. Eso me dejó realmente rabón.

Fui a la charla el miércoles siguiente en el Colegio y los muchachos, señalados por ser indisciplinados y problemáticos, no me quitaron los ojos de encima en todo el tiempo que compartí con ellos. Leían apartes de la crónica con la mandíbula un poco desencajada y sin comprender cómo podían suceder cosas así tan cerca de sus cajitas de cristal. La charla fue un éxito total. Hasta ahí pensé que llegaría mi crónica. La verdad nunca confié que me llamaran de la Revista Número, quizás para que la decepción no me diera tan duro como con el Malpensante. Pero me llamaron. Me citaron para el lunes que acaba de pasar y en una mesa el Director y dos personas más me dijeron que me querían conocer porque habían quedado "impactados" con la crónica. No me dijeron que la publicarían más que como una posibilidad. Ayer me llegó el texto con la corrección de estilo. No editaron una coma más allá de algunos errores propios del estilo. Respetaron toda la estructura, redacción, palabras... todo. Eso es muy raro que pase en cualquier edición. Me preguntaron en el correo que manifestara qué me parecía para poder mandarlo a la imprenta. Es decir, para publicarlo.

Inmediatamente llegaron a mi mente las palabras de Luis que me llamó desde Canadá varias veces preocupado terriblemente por las implicaciones que esto podría tener y para decirme sin rodeos que no la publicara. Las palabras de Mónica que me resumió, trasmitido por Jaime, todas las faltas en las que incurría de acuerdo con el código penal y que también me podrían mandar a la cárcel. Además de que no valía la pena "arriesgar el pellejo" por esto y que mejor lo volviera una historia de ficción. Créanme todos que nada de esto me ha entrado por un oído y me ha salido por el otro. He llorado mis ojos descifrando qué hacer.

A pesar de todo, tomé una decisión: Voy a publicar. Estas son mis razones que espero entiendan, y si no me apoyan por favor, no vayan a interferir porque creo que esta oportunidad va a ser única y si no la capitalizo, última. No creo en las casualidades. Creo firmemente y sin duda alguna, en Dios. Creo que Dios me puso las circunstancias, las personas, los momentos y cada paso que me trae hasta este instante. Si revisan la historia que les acabo de contar, el hecho de llegar hasta acá no se puede explicar con mucha claridad si no se evoca la ayuda y guía de Dios. Además esta ayuda de Dios no se explica simplemente por un capricho de Dios. Mi crónica sobre Never Rios hay que leerla temprano en la mañana porque al medio día ya está coagulada. La muerte la atraviesa como una lanza infame desde la primera hasta la última letra. Muchas de estas personas fallecidas lucharon por un país mejor, fueron honestas, dedicadas, justas y valientes, sobre todo lo demás... valientes. Nadie ha enaltecido su memoria con perdurabilidad. Nadie ha hecho un reconocimiento público a su memoria. Nadie ha hecho valer su sangre como un paso útil para la paz y la justicia, pero la real, no la manipulada por cada actor del conflicto. Y así suene pretencioso y un rozando un poco con la locura, siento que Dios me dio el don de escribir esto por ellos. Y quiero hacerlo por ellos. Me dirán que eso no justifica también mi sangre que será, como la de ellos, también inútil. Y menos aún la sangre de mi hijo, o la de alguno de ustedes, que no creo que suceda y lo que sería a todas luces injusto. Se que sigo siendo loco al creer que Dios me va a proteger. Sin embargo, no lo creo. Estoy seguro.

De todas maneras ya he hablado con María Inés y Nicolás en caso de que la cosa se pueda poner fea acá para que Nicolás esté con la mamá mientras baja la marea. La coyuntura es favorable porque de todas maneras Nicolás sale pronto a vacaciones y de todas formas se va con María Inés casi que al mismo tiempo que sale la publicación que debe ser para comienzos de Junio. Yo, la verdad... no tengo miedo por mí. Puede ser mi infinita arrogancia o no se qué pero de verdad creo que Dios está conmigo. Por ustedes la verdad creo que tampoco esto es para que coja tanto vuelo. Con respecto de la cárcel no sé... siento que es allí en donde la pelea va a tomar forma. Siento que es el escenario para demostrar que Ley y Justicia son dos cosas, en Colombia, totalmente antagónicas. La Ley no es Justa y la Justicia no es Ley. Lo que yo escribo lo considero justo a pesar de ser en algunos apartes ilegal. Y creo que nunca había tenido la oportunidad de luchar por la justicia y contra la ley si de esto se derivan procesos jurídicos y judiciales. Este es el momento de jugármela por mis convicciones profundas. Este es el momento de ponerle el pecho a la brisa de la podredumbre social que puede ser un simple soplido o un huracán. No lo sé. Pero nunca lo sabré si no tomo el riesgo. Entonces familia amada, amigos del alma, la decisión está tomada y ya trasmitida. Mi crónica verá la luz en menos de un mes tal y como está aquí enviada.

Yo no tengo más que agradecimiento por lo que cada uno de ustedes ha aportado en mi vida que no lo voy a mencionar porque sería otra novela tipo Ulises. Espero que me comprendan y en la medida de sus posibilidades me apoyen y sobre todo me respalden con sus oraciones, que es en donde está toda la fuerza de nuestras vidas.

Un abrazo fuerte y sincero de su hermano, de su amigo y de su tío.

Los quiero con todo lo que Dios me da.


Felipe.

Postcriptum.

Finalmente, la crónica de "La masacre de Bojayá contada por María Lepesqueur" fue publicada por la Revista Número en su edición No. 68 (Marzo, abril y mayo de 2011). Le ofrezco una disculpa a todas las personas que me han colaborado en Número y reitero mi profundo agradecimiento a esta Revista que me ha dado toda su confianza y apoyo. Es cierto que en primera instancia me dijeron que no la publicarían por las razones que expuse al principio de este escrito, pero finalmente la publicaron, teniendo en cuenta que esta edición coincide con el noveno aniversario de la masacre de Bojayá (2 de mayo). Sin duda, los editores conocen mucho mejor que yo las razones para publicar o no publicar y los tiempos en qué se hace. Pero no me pareció honesto borrar algo que dije en un momento de desazón y que consideré justificado, como si no lo hubiese escrito, y prefiero mejor rectificar con contrición y con todo el agradecimiento que le tengo a la Revista Número.

2 comentarios:

  1. Felicitaciones mil! , ¿acaso no es gratificante devolverle a los padres un poco de esa felicidad que nos dieron y nos siguen dando? , por otro lado, NO PUEDO CREER lo que te escribí en una de tus entradas mas recientes, creo que tomé algunas copas de más esa noche, lo más extraño, es que en medio de mi alto grado de alicoramiento, esas palabras tenían sentido, y aún más extraño! , que estuviera en tu blog a esas horas de la mañana!... en fin, de nuevo, felicidades, aunque creo que esos "tesos" y "tesas" como tu los llamas, no saben el verdadero y gran potencial del dueño de este blog... señor "escribidor"!

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  2. Hola Lola, claro que es gratificante. En realidad es el único premio. El resto son reconocimientos valiosos. Y no te preocupes por escribir lo que desees en mi blog que también es tuyo. Está abierto las 24 horas y no importa si has bebido en otro lugar antes. La idea es que también te embriagues acá. Un abrazo muy fuerte para tí, y la verdad los únicos "tesos" y "tesas" que me llenan el alma son las personas como tú. Cuídate mucho y bienvenida siempre las 24 horas de todos los días.

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