La fuerza interna del cosmos en una pluma

La fuerza interna del cosmos en una pluma
Como la naturaleza, el alma bacilante...

domingo, 20 de junio de 2010

Dolor profundo, vómito de rabia, Patria maldita.


Ayer leí un libro que escribió Andrés Caicedo. Mejor dicho, no era un libro y tampoco lo escribió para publicar. Eran cartas y escritos que hacía para purgar su alma, como quizás lo hago yo en este momento. Después de 30 años de haber muerto, sus hermanas decidieron sacar a la luz estos rezagos de intimidad de Andrés.

No se por qué me llamó tanto la atención este personaje desde que oí su nombre, desde que oí datos de cómo vivió su vida, vertiginosa, aunque nunca leí nada de él. Siempre pensé que él había querido suicidarse como algo premeditado, como un deseo propio de su excentricidad. Ayer, leyendo sus cartas y sus disertaciones sobre sí mismo descubrí que no. Andrés Caicedo no quería morir, pero tampoco supo cómo vivir.

Me encanta el desparpajo con el que escribe, sentí que dialogaba con él y yo sólo asentía frente a esa angustia existencial que lo aquejaba tanto. Él mismo dice que no era bueno para hablar, pero sin duda escribía como le gustaría hablar. Tenía unas luchas internas soberbias entre lo que pretendía ser y lo que era. Odiaba sus demonios profundamente pero no podía desterrarlos de su vida, entonces vivía pendulando entre el remordimiento, el arrepentimiento y las ganas de cambiar su vida, de empezar de nuevo cada vez que salía de una de sus “torcis”, como le decía a sus trabas.

“Ahora no soy más un niño. Soy una cosa grande con la misma necesidad y peor debilidad”. Creo que en esta frase él resume todas sus angustias. Era un prodigioso ávido de reconocimiento y fama. Lo deja traslucir. Pero no sabía cómo administrar su vida. Le importaba mucho la percepción que el mundo pudiera tener de él y más lo atormentaba aún su prematura genialidad que poco a poco, con el transcurrir de los años, sentía disminuida.

Al leerlo, sentí que era una persona audaz para interpretar el mundo pero incapaz de interpretar su propio ser. Siempre miraba la muerte como una posibilidad en la derrota de la depresión, pero no como un deseo inefable. Se intentó suicidar varias veces pero sentía que no estaba bien hecho, que no era justo, que no podía angustiar así a sus padres. Esa lucha interna entre sus anhelos y sus frustraciones lo fueron menguando, debilitando… esa dependencia absoluta de su madre y del amor frente a la soledad, sus adicciones y sus ganas de afirmar una seguridad inexistente lo fueron llevando a las cuerdas de la vida… hasta que la vida misma lo noqueó.

Ahora, enfrento mis propias reflexiones, mis propias dependencias, mi propia vida. Lo hago como un simple ejercicio de análisis y catarsis. Es más, es simple catarsis. No me voy a preocupar mucho por la coherencia y el orden, sólo quiero escribir y más que escribir escupir mil sentimientos que tengo atravesados, que me hacen daño, que me disminuyen y también, que poco a poco me van llevando contra las cuerdas de la vida que es simplemente perder la emoción de vivir… que sin duda, debe ser peor que morir. Este no es el grito desesperado de un suicida, no está en mis planes rendirme y mucho menos así. Trataré simplemente de reflexionar sobre el por qué de este opacamiento paulatino de mi luz, esta resistencia frente al mundo y este escepticismo en cuanto al futuro.

La primera pregunta que me asalta es… qué siento. Acá, recostado escribiendo, siento un abandono total. Un abandono total de mí por mí mismo. Es un abandono mezclado con cinismo… como si fuera ya esa mi forma de vida y no me importara. La angustia se me volvió un motor de estupideces. El amanecer se volvió una tortura porque ya se exactamente cuántas líneas de tablas atraviesan el techo de mi cuarto y contarlas de nuevo sólo me recordaba cuánto tiempo tenía para perder el resto del día. El resto del día era un deambular por ahí escarbando en el pensamiento en qué lugar y momento fue que me perdí. Es más, pensaba si en realidad me perdí o me desaparecieron, si eran errores míos o injusticias de otros, si valía la pena sufrir o sólo era un paso necesario para algo ulterior que yo no conocía… Esa angustia fue llenando el espacio de mis pensamientos y poco a poco invadió mis sentimientos convirtiéndome en un perfecto idiota para trasmitir afecto. La confusión es inexpresiva, retraída, imbuida… y uno se vuelve todo eso.

He dado tantas vueltas tan inútiles en la vida. He luchado tanto por lo seguro y me he sentido tan vacío sin la zozobra de la inestabilidad. Podría ser feliz, si fuera más conforme. Sería más feliz, si no fuera tan insensato. Tengo mil excusas para gambetear a la vida y sus exigencias. Mis parámetros básicos llegan hasta donde empieza la curiosidad por experimentar nuevas emociones. Mil aberraciones, inofensivas, pero aberraciones. Los privilegios me aburren y cuando no los tengo me quejo de no tenerlos. Es tan raro ser tan raro...

Tengo ideales de gran líder y acciones de simple gregario. Pienso tanto en cómo debo hacer lo que debo hacer, que al final, no lo hago, y si lo hago, no lo hago del todo bien. Sin embargo, he contado con suerte. Tengo un buen discurso para argumentar por qué no hago lo que debo hacer y por qué hice lo que no debía. Nunca he cometido errores insalvables o de impacto nocivo e irreversible. Algo ha pasado, algo que me salva. Soy perezoso quizás, pero si tengo que madrugar madrugo. Trabajo bajo la presión del último minuto... y hago las cosas... No sé si soy un vago compulsivo, un “outsider” en el camino del éxito, un desadaptado en busca de la perfección de una labor no exigente, no exigida...

Un disperso total, como las gallinas, que miran fijo al pasto hasta que una mosca les llama la atención, y luego una mariposa, y luego una mota que vuela, y luego el pasto que se mueve otra vez... Tengo en mi mente grandes metas... pero aún no ubico la escalera.

Quizás criticarme me haga sentir mejor, o alimente mi ego... no se, pero alivia un poco el tedio que siento aquí sentado.

Me siento tan inútil, tan amarrado, tan poco lúcido e inspirado, produciendo tan al mínimo, que no se si vale la pena que esté acá. Se me nota el paquidermismo del accionar. Es un abandono cómodo y cínico, la sociedad tiene la culpa de todo y yo sólo soy el transeúnte que se deja atropellar.

No se qué estaría sintiendo Andrés Caicedo exactamente cuando se dejó morir… pero si era un autocrítico inclemente y un autocompasivo compulsivo su final no podría ser otro.

Igual me pasa a mí… y el final no puede ser otro, es decir, no porque me suicide, no quiero, pero el tedio igual me va matando. Me acostumbré a vivir por inercia y sin escrúpulos. El cinismo es mi guía y el sufrimiento mi bastón. Prefiero no darle rostros a los nombres ni nombres a los rostros. Me aterra el mundo pero más me aterra el espejo. Y miro al mundo para dejar de mirar al espejo… y me consuelo. Siento un latir que ahora me resulta extraño y que más que prolongar mi vida prolonga mi agonía. La contradicción me nutre cada día de dudas y las dudas de certezas efímeras que mañana serán nuevas dudas. La verdad es la verdad si me conviene. Todo lo demás es mentira. Pero cada día me conviene algo distinto o nada me conviene. Todo es mentira. La pasión me motiva pero me reta. Y ya no se asumir retos. Huyo. El letargo es una cama inmensa en la que muero cada día enfermo de mi mismo.

Toqué fondo… raspé la olla de la depresión… confundo aquí lágrimas, mocos y un pulsar defectuoso en las teclas que me hace devolver una y otra vez. Busco el dolor en los errores del pasado, en el sentimiento presente y la incertidumbre del futuro. Pienso en todo lo que pudo haber sido y no fue… aquí sólo, por voluntad, como si estuviera en una cuarentena autoimpuesta para no pegarle a nadie este sentimiento tan rancio que llevo dentro.

Quiero encontrar mi cordura. Siempre creí que la locura era la esencia de mi felicidad. Pero ya no la soporto. No se si porque los años ya empiezan a entrar a mi vida con fuerza o porque ya me he hecho el daño suficiente. O las dos.

¿Y qué? Sigo pensando en el mismo país de gobierno paraco y oposición guerrillera. Sigo sufriendo por una mujer a la que le quiero entregar mis mejores años cuando ni siquiera he tenido años buenos. Además se los he empeorado a ella y a otras más. Sigo aquí sentado buscando el sentido de mi vida cuando ni siquiera se si la vida tiene sentido. Sigo buscando mi identidad y la de un país sin identidad, sin amor propio, sumiso y tonto como este que le sigue comiendo a los de arriba las migajas asquerosas que dejan caer al piso.

Quise ser un guerrillero y la guerrilla se volvió narcotraficante. El narcotráfico siempre nos amargó la vida y nos buscó el quiebre como familia y odio el narcotráfico. Luego, no pude evolucionar con el “ideal” guerrillero. Quise ser líder y no me sigo ni a mi mismo encerrado en mi habitación porque el sol hiere mis ojos y la lluvia moja mis ideas. Detesto el hedor maluco de la cama que me acoge como refugio… y ahí voy, esperando a que este cuento se acabe y encuentre desenlaces en las contingencias que no manejo. No quiero manejar ¿Quién me botó a este sitio? Yo nunca lo pedí y lo peor es que nací “privilegiado”. Buena familia, buen estudio, buenas cosas… y soy “privilegiado”… pero es que yo no quiero estar acá. Porque es que acá se sufre y se hace sufrir. Soy mentiroso porque soy egoísta y quiero tener todo y no perder nada, sólo en la medida en que la pérdida no me haga sufrir. Soy egoísta por no querer sufrir pero no quiero sufrir porque yo no elegí estar acá. Y en esa huída voy dejando sufrimientos regados con mentiras descubiertas ¿Soy un mal tipo? Quizás, como el futbolista que es mal futbolista porque no le gusta y no sabe jugar. A mi no me gusta y no se vivir. Pero el futbolista puede dedicarse a otra cosa. En cambio el vivo no puede renunciar a la vida. O si puedo, como hizo Andrés, puedo, pero no podría soportar la culpa de ver sufrir desde dónde sea que vaya a los que querían verme vivo. Además he dado vida, eso me compromete.

Y entonces, en mis elucubraciones de días y noches de ocio, me imagino el destino de lo que le de sabor a mi vida. ¡Qué viva la lucha social! Pero… ¿Con cuál sociedad? ¿Una manada de idiotas útiles que no han entendido el sentido de la opresión y lo malo que es estar abajo? ¿Una horda de desadaptados buscándose el día a día cómo sea? Admiro la crudeza de Fernando Vallejo y detesto su escandalosa homosexualidad. Pero es un marica francote. Entiendo perfectamente por qué renunció a la nacionalidad colombiana y por qué ahora la quiere otra vez. Este país es una mierda. Pero es una mierda apasionante. Con todo lo que pasa yo no podría dejar de ser colombiano. Si la vida me da tedio tal cómo viene, qué haría yo en un país sin mayores sobresaltos. Acá hay tanta estupidez y sevicia juntas, incluidas las mías, que un noticiero es una ventana a lo macabro. Masoquismo lo llamó el marica Vallejo. Soy masoquista, pero le huyo al sufrimiento proveniente de otros. Paso la vida escupiendo palabras de odio contra la vida misma. Y es que no le encuentro el sabor a esto. Que hay que trabajar… bueno, bien… yo quiero trabajar, pero para eso, que en últimas es maluco porque encasilla la vida en una rutina mortificante, hay que lamber por lo menos un par de zapatos, ponerse rodilleras y agachar la cabeza para hacer algo “digno”. Y no es una elección complaciente. Hay que trabajar porque hay que producir, porque hay que vivir de algo… ¿Y por qué tengo que hacer todo eso si yo ni siquiera quiero vivir? ¿Por qué tengo que responderle a las fuerzas cósmicas que me pusieron acá sin mi consentimiento? Gracias a la vida que me ha dado tanto… es que yo no he pedido nada… y sin embargo, estoy acá, viviendo, buscándole un sentido a esto…

Al diablo Choprá, Rizo, Cohelo y todos esos enmielados de la vida bella. A mi la vida me parece una porquería por más que digan que todo puede estar mejor y que todo pasa por la mente. Pues mi mente está podrida y no veo nada que me haga cambiarla. Que el día soleado. A la mierda el día soleado cuándo nos estamos achicharrando por cuenta del calentamiento global. Que la reflexión que producen las gotas de lluvia. A la mierda las gotas de lluvia y qué reflexión ni qué nada cuando ve uno en las noticias la gente durmiendo en camas que flotan sobre las inundaciones que arrasaron sus cultivos y que los tiene aguantando hambre. La vida es una mierda y todo lo que contiene. Los que viven bien son pocos y viven sobre la miseria y la vida de asco de la gran mayoría. Que confiemos en Dios que estos son pruebas de Él. Qué confianza y qué pruebas. Si ese man existe debería dejar de ser tan sádico con sus criaturas. O es que uno se inventa una cosa para hacer sufrir a todo el mundo y no le da ni un poquito de remordimiento. “Hay no, que eso es el libre albedrío…” qué libre albedrío ni qué maricadas, cuando el pobre empleado público se tiene que aguantar las humillaciones de un jefe déspota para no perder el ingreso paupérrimo que recibe cada mes ¿Qué libre albedrío hay ahí?… Dejémonos de falsedades y vanas ilusiones. Los que viven bien lo hacen encima de la miseria de la mayoría. A los miserables no les alcanza para leer a Choprá, Cohelo o Rizo. Pero sí les alcanza para ir donde un pastor evangélico a que les diga que todo son pruebas de ese Dios mercantilista que enriquece a los vivos y empobrece a los bobos. Se cogen de las manos y gritan y hacen alabanzas en su más inocente ignorancia y todo está mejor porque Dios los escucha. No, Dios tiene secretarios que se quedan con la plata y le esconden los informes mientras a él le rozan los pies las olas en la playa del cosmos con un coctelito de piña celestial.

Que soy un resentido. Sí, lo soy. Me resiente estar en un sitio tan asqueroso como el mundo, en un país tan asqueroso como Colombia, rodeado de gente tan asquerosa como los colombianos y ser tan asqueroso como todo lo que me rodea. Ay, que soy un apátrida. A la mierda la patria cuando el gobernante es un paramilitar descarnado que tiene amigos paramilitares descarnados que hacen política paramilitar y están recluidos esperando a que les limpien todas sus culpas por cuenta de una ley paramilitar que expidió un congreso paramilitar. Y la gente, el pueblo, esa manada de idiotas útiles y horda de desadaptados escarba en la tierra para encontrar sus muertos y se desmayan cada vez que oyen lo evidente. Que un paramilitar torturó, mató y descuartizó a un familiar cercano y en poco tiempo va a estar tomando licor en la cantina de donde sacaron al finadito pocos minutos antes de que fuera finadito. Salvajes en el poder e idiotas en el pueblo. Oposición de cafres narcotraficantes que mancillaron las banderas de la revolución, mal llamados guerrilleros. Porque la guerrilla es otra cosa. Y donde aparezca alguna real, allá me voy. Pero estoy tranquilo porque esos no van a aparecer. Que los colombianos somos unos berracos. Algunos sí, pero pocos acá y muchos se van. ¿Por qué? Pues porque este país es una mierda. Porque no le da oportunidades reales a la gente buena a no ser que coincida la capacidad con la oportunidad. Yo trabajé en la “mejor” entidad del Estado. Qué porquería. Contratos sin prestaciones ni seguridad ni nada en una ficción laboral para ahorrarse lo legal. Y eso es el Estado y su “mejor” entidad. Farsantes mentirosos. Y un discursito cursi de que todo está bien y que trabajamos para superar la pobreza cuando no son capaces ni siquiera de corregir lo básico, la honestidad con los propios trabajadores. Y llevan a otra entidad, semiprivada y semiservil a que les diga que todos los papelitos están bonitos y que están “certificados”. Certifican lo malo para que parezca bueno y así se genera un manto de impunidad propio de las dinámicas estatales de este país de mierda regido por un gobierno de paramilitares disfrazados a medias de pueblo. Ese pueblo, esa manada de idiotas útiles y horda de desadaptados.

Y no digo todo esto porque me sienta superior, no. Me siento del montón, igual de idiota y desadaptado. Igual de colombiano. Y como ser humano… bueno, no puedo negar que me gustan las cosas buenas. Soy esencialmente hedonista. Busco el placer, evito el dolor. Pero he descubierto que el hedonismo es una paradoja. No alcanzaremos el placer sin dolor y viceversa. Por ejemplo. El sexo es placentero pero el amor es doloroso. Y en mi caso, el sexo sin amor es doloroso. Y el sexo con amor… no sé qué es. He desperdiciado tantas oportunidades para amar. Es más… he pervertido el amor y lo he malgastado que ya no se qué me queda. Me he inventado cuentos de perfección desperdiciando lo bueno que tengo a mi lado. Y dejo ir lo bueno siendo malo y luego consigo algo bueno y sigo siendo malo y busco lo bueno que se me ha perdido y lo bueno ya se ha vuelto malo…y yo, sufriendo y haciendo sufrir, un hedonista estúpido que busca el dolor y no disfruta el placer. Porque el placer hunde sus raíces en la satisfacción y el disfrute de la vida. Y yo no disfruto este cuento ¿Cómo darle la vuelta a esta sensación? No voy a leer ni a Choprá ni a Cohelo ni a Rizo. No voy a buscar un pastor evangélico.

Voy a vomitar mi odio en estas teclas sucias y voy a maldecir cuanta porquería se me atraviese. Qué rico gritar con las ventanas arriba que todos los taxistas son unos malparidos. No oyen, como nadie me va a oír esta sarta de maledicencias… pero sigo pensando y siempre pensaré que los taxistas son unos malparidos. Quizás la vida me esté llevando a ser taxista. O por lo menos, ya me siento un malparido más. Me levanto, me miro al espejo y pienso qué me espera en el día. Me va a crecer la barba, miraré el techo unas nueve veces, daré unas cinco vueltas al patio… me deprimiré y esperaré a que llegue la noche para que la vida se me vaya una vez más. Con suerte prenderé el televisor en un partido europeo y podré brincarme a Jota Mario y su carita de yo no fui con esas ínfulas de altruismo reforzadas por el padre Chucho que canta con una voz tan desafinada como su alma. Pornomiseria. Lleva a pobres ovejitas al matadero del escrutinio público en un programita que se llama “Abre tu corazón”. Ese si es el más malparido de todos. Esa porquería se debería llamar “Abre mi morbo para subir el rating”. Ese es otro de los que se queda con los informes para Dios y los capitaliza en la caja maldita de la televisión. Ah vida de mierda. Ah malparidos todos que me rodean y que malparido me he vuelto. Por lo menos yo sé que soy un malparido y lo acepto. Pero a los otros malparidos el padre Chucho los convence de que son criaturas de Dios y que pueden seguir siendo unos malparidos… pero públicos, porque su miseria ya ha sido expuesta en nuestra tele. Yo seguiré siendo un malparido anónimo.

Y cuántas veces me han criticado por no ser sumiso, “práctico”. Libre albedrío… pues a mi se me da la puta gana de mandar a un jefe para la mierda si creo que sus actuaciones van en contra de mis principios. Ese es mi libre albedrío. Sí, estoy sin trabajo, pero todavía tengo mi “libre albedrío”.

Andrés Caicedo cedió en una de sus “torcis” ante la parca. Por acción o deseo dejó de existir. Yo me he llenado de tanto rencor patrio, de odio a la tierra y sus personas estúpidas y serviles, de camas imantadas y letargos profundos, que la vida para mí está por fuera de la cama. No le llamaré muerte sino exilio. No renunciaré a la vida pero sí a la tierra. No sufriré más por un país de mierda que no me merece, quizás como esta vida de mierda no merecía a un genio como Andrés Caicedo.


FIN.

4 comentarios:

  1. Llegué aquí a causa de escribir en el buscador de Google: ¿Porqué no quiero vivir en manada? Mira tú. Que manera de escribir tienes hay de mi.. y lo que dices.. realmente coherente

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  2. Hola Seis... llegaste por la vía que yo menos me pude haber esperado y encontraste mi canto más desesperado. Gracias por encontrar este espacio, por comentar, por, de alguna manera, identificarte. Bueno... gracias por todo eso. Un abrazo en dónde estés.

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  3. Què bàrbaro!!!! cuànta verdad!!!!! Hay pàrrafos que parecen escritos por mi, simplemente, porque yo dirìa lo mismo, siento lo mismo, me parece lo mismo, coincido asombrosamente - Por tanto, ya no me siento tan sola en mis conceptos, respecto del sentimiento de culpa-Pero tu, sabes decirlo, eres un entendido de la psicologìa humana-

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  4. Élvira, muchas gracias por tus palabras, por comentar, por aparecer en este rinconcito virtual de sentimientos. Y la verdad, creo que hermosamente te excedes al pensar que soy un "entendido de la psicología humana". Sólo peleo con mis propios demonios en esta pista de baile que se llama blog. Un abrazo para tí y muchas gracias por estar en este espacio. Siempre bienvenida.

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